Muchas son las veces que sufro la
tentación de pensar que lo mejor sería prohibir, acotar o no permitir
determinadas conductas partidistas, mafiosas, sectarias… que atentan contra la
vida y la libertad de las personas. Sin embargo, enseguida reflexiono para
darme cuenta de que el crimen, el robo, la extorsión y demás hechos delictivos
están prohibidos y se producen por un simple estado emocional y no porque sean
ilegales, coarten la libertad o acaben con una vida.
Toda criatura tendrá que ser
responsable de sus actos a partir de una edad por determinar y, en su caso,
someterse a un castigo por parte de la sociedad que no ha sabido, con su
ejemplo y educación, influir ni inculcar una libertad es de y para todos por
igual, sujeta al respeto y la tolerancia recíproca.
Todos tenemos ánimos distintos,
educaciones diferentes, ideas contrapuestas, contestaciones de todo tipo,
propósitos variados y somos únicos con más o menos conocimientos (afortunados
quienes los tengan) con las mismas obligaciones y derechos para convivir en la
sociedad que nos ha tocado en suerte y, entre todos, podemos transformar. Por
eso, nada de lo que uno cree o estima es mejor o peor que lo del otro; no
obstante, cuando algo se prohíbe, imponiendo un solo criterio, seguramente no
acierte para los demás, por lo que la opción democrática (nos guste o no) es la
de un mejor gobierno para la mayoría de la población, legislando normas y
leyes, empleando justicia con rigor y considerando a todos por igual.
Nacimos desnudos y nos iremos sin
nada. Miserables, por tanto, aquellos que se creen superiores a los demás, pues
son origen de un polvo al que regresarán; es decir, vinieron y se irán de la
misma manera que todos los demás. De ahí que la razón dicte derechos y
obligaciones iguales para todos y se proceda a eliminar distinciones:
privilegios y prebendas, honores y títulos, miedos y daños, fantasías y
chulerías, hasta el día que dejemos de ser intolerantes y no respetuosos.
Cada cual hemos de comportarnos
humanamente y, por tanto, ajustándonos a las leyes establecidas una vez se
extirpen de raíz los beneficios para todos (sea rey, presidente de gobierno,
diputados políticos, magistrados de justicia y demás honorables por la gracia
de Dios o por quien la otorgue. Una vez se establezca la norma de todos por
igual, allá ellos, los que se consideren superiores a los demás. La razón nos
dice que nadie tendría que gozar, piense lo que piense, manifieste lo que
manifieste, ocupe el cargo que ocupe, de beneficios exclusivos o distintos a
los de los demás.
¿Cuántas figuras semejantes han
desfilado por la historia conocida? ¿Cuántas son las que ahora se pavonean de
su poder y riqueza? Estas, como aquellas, morirán y nadie hablaremos de ellas.
Sólo merecerán nuestro reconocimiento aquellas que sean buenas personas. Seamos
demócratas. Disfrutemos de la libertad. Honremos la vida que poseemos. Hagamos
el bien allá donde nos hallemos e intentemos disfrutar siendo mejores personas
con la vida que hemos recibido.
Existe un hecho (contrastado al
parecer) que de la energía procede todo. Energía es el mal de un tirano que se
transforma en pesar para sí mismo, siendo maldecido. Y padecerá y tendrá
remordimientos y le surgirán graves enfermedades y no podrá conciliar el sueño
y, aunque nadie lo sepa, morirá sofocando su mal entre lamentos y contriciones,
sin haber sido feliz en toda su vida.
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