domingo, 11 de noviembre de 2012

LA ACEPTACIÓN DEL DOLOR Y LA POBREZA


Las religiones que santifican el dolor y la pobreza, persiguen el sexo con saña y despellejan a las mujeres, no hacen sino un negocio para quienes las regentan y propagan. Éstos prebostes que se arrogan la representación de una deidad intercediendo por quebrar el deseo, como si desear comer por tener hambre fuera ilícito o gozar del sexo que masacran, fuera de las normas que imponen  o  no estar por ellos bendecido, tuviera que ser delito siendo una pulsión, un instinto, un sentimiento limpio, saludable y verdadero, para que dos personas lleguen a quererse, si es que no se aman; son demonios que se regocijan con el sufrimiento, calentando el caletre a la gente con sus prédicas de mortificación.
Ser pobre es una desgracia y a nada bueno conduce. El hombre necesita nutrientes para su cuerpo y mente. Comida para respirar y armas para pensar. Un todo, que permanezca estable, pudiendo decidir, poseyendo un criterio: Alimentos (pan, agua, chicha y otros dones de la naturaleza) y  pensamientos (libro, drama, periódico y otros legados del saber). Aceptar las cosas como vengan no es resignase, ni arrepentirse o lamentarse transigiendo con el dolor; es asentir para  luchar, cambiar o virar, seguir adelante, forjando una situación a la propia voluntad; es admitir para reconocer y evitar la pobreza; es, en definitiva, lo más razonable, aunque, tal vez, en el cielo no entiendan ni de pobres ni de luchas, ni siquiera de vivir.
 ¡Dejen a los demás hacer lo que quieran; nadie necesita consejos para salvarse en otra vida de la que ninguno tenemos pruebas!  ¡Déjense de monsergas y trabajen en algo más provechoso! Curar almas, si es que existen, es vivir del cuento y para eso tenemos muchos políticos, curanderos y otros listillos de otras profesiones.
¿Cuántas religiones se sustentan con los ingresos de sus feligreses? Para todas ellas el agradecimiento por valerse con las prácticas que realizan, para el resto, lo lamento, han de evitar extorsiones a terceros y, por descontado, pagar los impuestos.
Supongo que nadie habrá entendido que estoy en desafecto con el mundo espiritual. No. Ni mucho menos. Forma parte de nuestras vidas y, por supuesto, de la mía también; esté o no de acuerdo en muchas de las cosas que de él se magnifican. Pero esos sentimientos, emociones, pensamientos, simplemente una mirada, desarman al más poderoso de los mortales. Y son las cosas más sencillas, más frágiles o más espontáneas, las que hacen vibrar las carnes. Un cuerpo como una torre agitándose como un junco a merced de una palabra, una seductora sonrisa que cuanto más se ve más enamora, los pucheros de un bebé o la frase ingenua de un niño, todo candor, todo dulzura. Yo también me conmuevo.
No dejo de reconocer por eso, entre tanta hipocresía y dioses de barro, que todo no es rapiña, siendo la espontaneidad magnifica por sus deslices o la prédica por su vehemencia, aunque me escandalicen voces institucionales preocupadas más por amor entre personas del mismo sexo, que por los desahucios que sufren las familias. Citaré frases de Pérez Galdós, que vienen al caso: “Escribe tus chillidos en el viento para que jueguen con ellos los pájaros… La verdad se viste de arreos de lo fabuloso para cautivarnos más, y cuando ve que la contemplamos embobados, suelta la risa, se quita el disfraz y nos dice: “Mentecatos, no soy arte; soy…yo”… He visto en la religión la misma falsedad que en la política. No hay religión, por buena que sea, que no haya derramado sangre inocente... El morir es bueno hasta para los tiranos: el vivir es malo, aun para los oprimidos... Mucha religión, mucha teología política, mucha alianza de altar y trono, ¿pero las magras dónde están? Yo las quiero, yo las necesito, las reclama mi estomago y el estomago de toda mi familia que es tan católica como otra cualquiera”.

1 comentario:

  1. Querido Reinaldo como dijo Benito: En España de diez cabezas, nueve embisten y una piensa....
    Me temo que sigue pasando.
    Un saludo.

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