Honorabilidad, Transparencia y
Rentabilidad son tres conceptos que vengo largamente citando y que han
de servir de base para asentar toda actividad tanto pública como privada. El
Gobierno debe implementarlas y desarrollarlas en todo el Estado. Es de Justicia.
Parece
ser que las palabras son claras. Nadie tendría que hacer una ley para limitar
la Honorabilidad porque entonces sería otra cosa, dejaría de ser honorable,
tanto como quien la limita; algún motivo
muy, pero que muy fuerte tendría que existir para emitir una mentira piadosa que sería la única alegación posible, cuando no
el escondite o la privación de honradez. A la misma argumentación me lleva los
análisis de las otras dos: Transparencia
y Rentabilidad. ¿Qué razones se
pueden invocar para no cumplirlas? No existen por mucho que las busquemos. Los
defensores de ocultar lo que hacen, tendrán mil y un planteamientos para justificarlo:
Protección nacional, derechos de terceros, lo que se quiera indicar; pero sólo
será una excusa; ni uno de ellos será suficiente para demostrar que no pretenden
mantener opaca la impunidad, el engaño, el delito, la indignidad. Ni siquiera
sirven alegaciones de carácter privado cuando su ejemplo ha de conducir a los
ciudadanos a la imitación, de tal manera y por la misma equidad, que el
ciudadano tiene que ser transparente facilitando datos a la administración
pública, a los poderes establecidos cumpliendo normas para aclarar actuaciones,
demostrar su identidad, evitar malos
entendidos o pagar impuestos. Si la casa real, el banco de España, los
políticos o quién sea, quiere estar exentos de la obligatoriedad de comportarse
con transparencia, rentabilidad y
honorabilidad apaga y vámonos ¡nada
honrado hay que encubrir! es como si un obrero de una fábrica se negara a facilitar
a su pagador lo qué hace, cómo y cuándo lo hace: una dictadura no lo haría nunca
mejor. ¿En qué se diferenciará de un totalitarismo si ante nadie se ha de
responder? En Aragón para coronar al Rey se decía: “Nosotros, que separadamente considerados somos como vos, y en conjunto
más que vos, os hacemos a vos Rey. Si guardáis nuestras leyes y nuestros
privilegios, os obedeceremos, si no, no.”
Convendría
examinar qué leyes o normas son esas que
nos rigen permitiendo calamidades y desastres como el paro, la caridad, la
emigración, las bochornosas listas de retraso para que el médico nos vea; las
que permiten negocios con la educación,
las que nos hacen ser desiguales ante la ley, la que indulta a los
bandidos, las que permite los enchufes. ¿Por que el Rey, el Gobierno y los
demás poderes no se unen a la opinión
pública para que se deroguen si existen? Me imagino que la gente que las sufre se
lo agradecerá si se adhieren. Es de Justicia. Yo no comprendería que no lo
hicieran, menos aún, cuando las sombras de la corrupción se difuminan y se confunden
con las sombras de quienes las posibilitan. “Si guardáis nuestras leyes y
nuestros privilegios, os obedeceremos, si no, no”. Que nadie extrañe cómo
se inicia la desobediencia, como se amasa el caldo de cultivo de la revolución,
como el ciudadano se siente celoso de su libertad, se hace anarquista,
delinque. Quien ejerce el poder ha de ejercerlo en concordia con la opinión
pública, por mucho que las urnas le haya favorecido. Ha de renunciar a velar
por intereses parciales y no ir en contra de la gente que les paga con sus
impuestos. No actuar así, se llama tiranía, ejerciendo la represión con el
amordazamiento de la voz, privando independencia a otras fuerzas con la
intromisión de su poder, cerrando los ojos a la violencia que practican y
justifican anulando sentencias, desviando la atención de prácticas punitivas,
permitiendo deshonestos desmadres, ocultando información, dilapidando dinero.
Basta con estar al tanto de las noticias ¡Es conmovedor! Mientras no se dé
la Honorabilidad, la Transparencia y la
Rentabilidad la democracia peligra y la dictadura nos acecha ¡Es una pena!
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