El título de esta primera entrada del año
2014 procede de la explicación sobre algo o hipótesis, que es el
significativo de su primer vocablo y el segundo de una humana y civilizada
convivencia entre dos palabras ajustadas, que cuadran perfectamente. Citada la
primera, la segunda pertenece a la parte posterior de nuestra anatomía que se
asienta in saecula saeculorum sobre
una poltrona; es decir, la mejor manera de encajar un cargo determinado a los
intereses de un culo.
Eso ocurre con
harta frecuencia, tanto en las parcelas de lo público como de lo privado. Son
excepciones los casos de renuncia a cometidos explícitos. Nos
amarramos, denodadamente, a lo poco o mucho que tenemos como si en ello nos
fuera la vida. Empleados, funcionarios, empresarios, más o menos
relevantes, se resisten al cambio rechazando nuevos horizontes o imaginando en
negativo hasta convencerse de sus carentes perspectivas. Y hoy en día más, nos amparamos en una severa crisis donde ni la más
mínima esperanza de recuperación se atisba y ninguna palabra de aliento nos
conforta. La mayor parte de las veces es consecuencia del acomodo o,
quizás, sea la excusa con la que negar la imposición del miedo. Éste se
incrementa regenerándose, a menudo también, con la pérdida de credibilidad en
las personas que han de transmitirnos confianza. Hemos dejado de creer en los
dirigentes políticos que, investidos de toda clase de protecciones, no
resuelven sino en provecho propio, hasta lograr plaza fija con todo
merecimiento en el pódium de los males
que nos afligen. Sin embargo, los ciudadanos con conciencia plena, libre y
pacíficamente, de forma individual y respetando
las leyes, hemos de ir tomando
iniciativas para irnos liberando del peor de los males: el miedo propio. La
sangre de nuestro cuerpo está necesitada de oxigenarse y la protegemos del
frío, del viento o la tempestad cuando, en primer lugar, deberíamos preservarla
del miedo. Permitidme decir, que con la
puesta en marcha de la Teoría del Cuadrángulo será todo lo contrario. Se abren nuevos espacios con gentes y
costumbres diferentes, se renuevan los objetivos y la creatividad se
desempolva.
La confianza no es otra cosa que una
creencia.
La confianza es necesaria para todo. Y
lo es particular y colectivamente para sentirse bien, encontrar empleo o lograr
un objetivo posible; para saber que vivimos en un mundo maravilloso y que nos
pertenece en parte. Una vez comprendamos
que lo único y seguro está dentro de nosotros y tomemos la determinación de
aceptar las cosas como vengan, no
tendremos miedo en cuestionar lo que acontezca.
Admitiremos o rechazaremos fraccionando una porción de nuestro
criterio, pero seremos capaces de acometer cualquier proyecto.
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