sábado, 14 de junio de 2014

ESCAPE UNA NOVELA CON MENSAJE

““¡Será posible esto! ¡Este viejo santo no se ha enterado todavía en su bosque que Dios ha muerto!” “Sea el superhombre el sentido de la tierra”. ¡Yo os exhorto, hermanos míos, a que pertenezcáis fieles a la tierra y a que no deis crédito a los que os hablen de esperanzas ultra terrenas! Ésos, lo sepan a no, son envenenadores. Son los denigradores de la vida, los moribundos y envenenados, de los que la tierra está hastiada: ¡que se marchen, pues! En otro tiempo la blasfemia hacia Dios era la mayor de las blasfemias; pero Dios a muerto y con él, sus blasfemadores. ¡Lo que hay ahora de más terrible es blasfemar de la tierra y  apreciar en más las entrañas de lo impenetrable que el sentido de la tierra! El alma miraba antes con desdén al cuerpo y nada había superior a este desdén. Quería ella que él fuese enteco, repugnante y famélico. ¡De esa manera pretendía evadirse de él y de la tierra! ¡Y esta alma era, también enteca, repugnante y famélica, y en la crueldad hallaba su voluptuosidad! Hermanos míos, decidme vosotros mismos: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra alma? ¿No es acaso vuestra alma pobreza, inmundicia y vil descontento? Río impuro es el hombre, en verdad. Necesario es llegar a ser océano para poder recibir una corriente impura sin mancharse. He aquí este océano: es el superhombre que yo os muestro. En él podéis desaguar vuestro gran desprecio. Es la hora del gran desprecio. ¿Puede ocurriros algo más sublime? Es la hora en que se torna en hastío vuestra propia felicidad, como vuestra razón y vuestra virtud. La hora en que decís: “¡Qué importa mi razón!....”.
El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho vosotros para superarlo? Hasta hoy, todos los seres han creado algo por encima de ellos, y ¿queréis ser vosotros el reflujo de esta ola enorme prefiriendo retornar a la animalidad antes que superar al hombre?”

¿Por qué no dudar o dar crédito a cuánto antecede? Un pequeño texto escrito con la singularidad del pensamiento de su autor, que ha pasado a la historia apreciado por unos y denostado por otros. Personas todas girando en el mismo planeta ocupando separadas posiciones y poseídas de concepciones diferentes. En el transcurso de la vida, aun partiendo de un mismo germen, los hombres representamos características distintas manifestándonos  abiertamente sin suplantar personalidad alguna, porque la libertad así nos lo dicta. Y tal cosa es muy loable y debe prodigarse (máxime en filósofos, pensadores y científicos), pero la sociedad, que debe velar con iguales fuerzas para todos sus miembros, no ha de ser dirigida con una sólo criterio, sino tender al acuerdo de las múltiples voluntades con igualdad de posibilidades. Concitar acuerdos y no separaciones. Y, como quiera que ello es sumamente difícil, siempre “es mejor un mal arreglo que un buen pleito” o, lo que es lo mismo, la cesión de unos y otros se hace imprescindible para que nadie (del todo) se sienta humillado, dominado o triunfador. Tal analogía podemos comprenderla si consideramos injustas las relaciones existentes entre la esclavitud y el poder, entre el necio y el sabio, entre la miseria y la riqueza o entre la salud y la enfermedad. ¡Subyuga quien puede no quien quiere! La semilla de las ideas, en su caso, surgirá para imponerse a las opresoras y continuar indefinidamente con el círculo imparable de la injusticia. Hay que separar, por tanto, lo personal de lo social, lo público de lo privado, la persona física de la jurídica, a sabiendas que ambas se necesitan entre sí y la una sin la otra no puede subsistir. Que se forme una comunión y se establezcan los medios para llevar a los humanos a vivir en continuo equilibrio y evitar su exterminio. ¿Existe acaso el alma sin el cuerpo o viceversa? Estamos condenados a entendernos.

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