sábado, 10 de octubre de 2015

PAZ Y BIENESTAR PARA TODOS

Los hombres necesitamos de algo o alguien que nos vaticine, con carácter general, lo que  va a suceder. Y así nos va: damos tumbos constantemente entre las creencias religiosas y las políticas económicas existentes. Son pues religiones y economías las que nos condicionan con pronósticos diversos que no se cumplen, carentes de ciencia y sentido común, e irrelevantes en el día a día de nuestro entorno.
¿Qué pasaría si aceptáramos que con la muerte todo se acaba?
¿Qué pasaría si compartiéramos partes de los distintos sistemas o planes económicos?
Nada. Lo mismo que ahora. La cuestión es fácil: hay que dar con la tecla que nos haga estar en paz consigo mismos y gozar con los demás de un bienestar aceptable. Hoy por hoy, los caminos son irreconciliables e inaccesibles y ya nos gustaría a más de uno, dar siquiera con una senda que, aun escabrosa, fuera transitable. No obstante, nos atrevemos a indicar:
En cuanto a la fe religiosa bastará con que ésta sea individual y no se comercialice. En lo económico, al contrario: ha de ser social y compartido en todo lugar.
Ninguna de las dos cuestiones ha de ser impuestas. Es necesario de un convencimiento, entenderse e ir alcanzado acuerdos. Por supuesto, no se lograrán con negociadores posicionados desde alturas diferentes o considerándose unos superiores a otros. Habrá que bajarse al suelo y arremangarse, ceder unos y otros con la vista puesta, únicamente, en conseguir lo propuesto: Paz y Bienestar para todos.
Dicho esto, me preocupa que la historia vaya consolidando posiciones encontradas en los dos frentes, para que, después, en un simple arrebato, se destruya lo conseguido; aun cuando sepamos que fueron esfuerzos unilaterales, arbitrarios o consecuentes con un sólo modelo de convivencia social. (La memoria nos trae a colación la Revolución Verde: pesticidas, transgénicos, monocultivos, y nos lleva al futuro controvertido del TTIP). Nadie tenemos la varita de hacerlo fácil. Pero habrá que intentarlo. Basémonos en el principio que la gente de a pié invoca: paz y bienestar para todos. Y no confiemos el trabajo a las grandes confesiones y  multinacionales que sólo desean aumentar sus fieles y obtener jugosos beneficios. Marquémonos la tolerancia y la flexibilidad como pauta sin aferrarse como clavo ardiendo a una única alternativa; permitiendo lo público y lo privado sin que nada sea excluyente; aceptando las diferencias y las diversidades que nos enriquecen sin que nada sea mejor o peor y cumpliendo las reglas.
Tal vez, el vaticinio de saber que los hombres podemos vivir en paz y con bienestar suficiente,  sean los argumentos que más nos guarden; con un árbitro y vigilante que nos observe, con los medios necesarios para hacer cumplir las normas, que bien podría ser Naciones Unidas con su Carta y Declaración Universal de Derechos Humanos al frente, además de disponer de la total fuerza de las armas mundiales a su disposición (que cada vez sería lo menos importante).  

Son muchas y variadas las formas de gobernar pero, sin lugar a dudas, la única que ha de servir como modelo para las demás, es aquella que preserva la vida de los seres vivos. A ellos pertenece La Tierra y todos los bienes y medios que de ella se obtienen. ¡Qué no nos cause desasosiego aceptar que no sabemos lo qué puede pasar! Está claro: nada pasará; la vida nos lo demuestra. Viviremos en paz y con bienestar. Comencemos a intentarlo ya. 

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