¡Qué listos somos los españoles! ¡Sin
duda los mejores contando nuestra
historia sin cordura!
Pasamos un siglo XIX nefasto con
guerras y sublevaciones, con el despotismo más absoluto del rey Fernando VII (felón,
asesino, tirano, ladrón donde los haya), la triste Primera República que el
azar impuso y una fallida regeneración social con la que comenzar el siglo XX. Tampoco
este fue ejemplar. Alfonso XIII estableció
una dictadura al margen del pueblo español, analfabeto y religioso, tragicómico
y milagrero, dirigido por trepas y caciques, cuya huella de identidad solo sabe
de hambre y miseria, de honrar a los muertos y despreciar a sus vivos. Un Golpe
de Estado dio comienzo a la más horrorosa guerra de nuestra Historia acabando
con la Segunda República y creando otra dictadura, que volvería a implantar la
monarquía. ¡Pobre pueblo el español! Callado
y dormido largo tiempo, obligado a obedecer un
único pensamiento. Pagó un alto precio sin duda por conseguir su libertad,
aunque hoy algunos duden si la pena mereció. No obstante, en XXI, sin haber
aprendido la lección, seguimos padeciendo a bandos políticos diferentes
enfrentados, que continúan velando por los mismos intereses.
Y a nivel mundial, como aquí en
España, sucedieron también cosas trágicas como la Primera y Segunda Guerra
Mundial o la implantación de Sistemas políticos nacionales y ultra radicales. Todas
después de crisis, hambrunas y miserias en diversas sociedades en las que se creó
un caldo de cultivo propicio a ideas dementes de signos desiguales, aprovechado
por caudillos cautivando las emociones
de la gente, sin necesidad de argumentar razones o remedios.
Actualmente, el mundo entero pasa
por momentos delicados con el Coronavirus. Unos y otros buscan sacar
rendimientos a su costa, mientras las tumbas se llenan y el miedo no cesa. España
no es una excepción. Es un campo de batalla donde los gerifaltes quieren
mandar. Son momentos favorables para sacar tajada, para que sus Partidos
Políticos realicen sus proclamas. Culpan de las muertes a sus contrarios con
descaro. Denuncian desbarajustes y una pésima organización. Y como la Iglesia
ya no puede obrar prodigios, ni introducir ideas en cabezas humanas, ellos lo
hacen enarbolando banderas de España como si fueran suyas y no solo a ellos los
representa, ya que son de todos los españoles. Se parecen a sectas ofreciendo
lo que la gente no puede rechazar, abonando el campo para llevar a cabo su
estrategia con mensajes y calumnias repetitivas, con ideas venenosas que se
asimilan inconscientemente, poco a poco, sin que las personas se percaten que
son reclutados para su causa, ni que son sometidos a las maquinaciones de
quienes, desde la sombra, les dirigen para hacerse con el poder.
Personalmente, estoy harto de la
España de las voces, los insultos y la incultura. Harto de la gente que no
decide por sí misma y sigue las consignas de dirigentes políticos que viven de
eso y de estómagos agradecidos. Harto que la historia se repita sin haber
aprendido nada de ella. Harto de ignorar a los vivos y honrar a los muertos. Harto
de la codicia, soberbia y maldad de
afiliados y seguidores de los partidos que arremeten a sus contrarios y prometen
lo imposible sin aportar soluciones ni llegar a acuerdos, ya que su único fin es
someternos a su antojo. Y lo grave es que apelan a los sentimientos y no a las
razones para que la discordia cunda entre nosotros y nos peleemos.
Oí gritos y voces de “libertad, libertad”. ¡Qué extraño cuando
los Antitodo la desprecian! Desean volver a otra dictadura y eso no lo debemos
permitir por mucho que les prive o, con ella, les vaya muy bien. Son momentos
delicados, peligrosos. Tendremos que ir con ojo. Las Cortes y la Democracia han
de ser mantenidas y respetadas. Mientras... ¡qué peleen sus padres!
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