sábado, 5 de junio de 2021

LAS COSTUMBRES

 

La educación pasa por los hábitos, las costumbres y modos que se arrastran desde la infancia.

·         Los españoles de la época de Franco, y hasta hace bien poco, estábamos educados por nuestras madres que eran, en general, lo que hoy se llama “machistas”. Ellas arrastraban las formas de sus madres y orientaban a las hijas en las tareas de la casa, la costura y aquellas que consideraban para chicas. A ellos, los chicos, a los recados a lo sumo, al trabajo y al estudio fuera de casa. Nuestros padres, pues, constituía una familia tradicional manteniendo la mayoría de los preceptos que el poder (Iglesia y Autoridades) dictaban.

·         Otra materia delicada era la referida a la diversidad de sexos. Solo el masculino y el femenino se consideraba la normalidad. Poco o nada sabíamos de que la Naturaleza provee de mayor diversidad de especies y géneros. De fallo o equivocación evolutiva discurríamos de los hermafroditas, invertidos, homosexuales,…. Y un grave peligro se cernía sobre ellos con penas infames, denigrantes y perversas.

·         Menos fobia presentan los emigrantes, si bien, últimamente, cada vez es mayor el temor hacia ellos. Hay gente que no es consciente de que, desde siempre, fuimos y seguimos siendo emigrantes y no por ello somos delincuentes. Bien es cierto que todos partimos de una educación distinta en base a las creencias religiosas e ideológicas de nuestros Estados, a las posibilidades económicas, hábitos particulares y... menos mal que poco representan los de distinto color en nuestro territorio. La emigración ha de integrarse con educación e imitando los buenos ejemplos del país receptor.

·         No obstante, el mayor peligro que nos acontece es la miseria. Ella, que camina a ras de suelo o transita por el infierno buscando sobrevivir, jamás será admitida ni adaptada en ninguna sociedad. Es un maligno error que la sociedad permitimos. Carece de conciencia, sin saber distinguir entre el bien o el mal, deambulando invisible entre nosotros como un perro sin dueño husmeando alimento.

·         No creo ni en el cielo ni en el infierno, ni en la reencarnación u otros destinos que, para después de la muerte, muchas creencias nos auguran. Por el contrario, sí creo en la bondad y la maldad, en el placer y el castigo, en la suerte o el infortunio. Y no comprendo cómo alguien, sabiendo de tales vicisitudes, se considera un elegido o un maldito.

·         Materia e intangible, cuerpo y alma, en el Cosmos todo se desarrolla conforme a unas leyes o circunstancias, aún desconocidas, en la que nosotros, los humanos, poco podemos hacer. Solo en nuestro orbe hemos de procurar el aprendizaje, desde nuestro nacimiento, basándolo en el respeto hacia los demás.

·         Hemos de superar los instintos del animal que fuimos y somos. Olvidarnos del rencor, la venganza, el odio… y educarnos desde la infancia (en casa, en la guardería, en la escuela, en la universidad, en la calle, en las empresas) respetando a los demás y sabiendo que hemos de tener iguales derechos y obligaciones. Anular las ideologías permisivas con el crimen o la tiranía que, bajo ningún concepto, son admisibles ni justificables.

·         Las historias de los pueblos las hacen las personas corrientes (hombres y mujeres, pobres y ricos, libertos y esclavos) y las escriben los enterados dirigidos por los vencedores. Las guerras, las ideas y las políticas, hasta ahora, son las que encauzan los pasos de la gente; si bien, los intereses particulares,  que abarcan todos los asuntos, desde la curiosidad hasta la ruina, son los causantes de las preocupaciones y problemas, de los placeres y alegrías que se originan. Los hechos, las costumbres, las tradiciones, los hábitos han de cambiar por razones de conveniencia no por imposición de los influyentes y poderosos. 

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