jueves, 21 de octubre de 2021

EN BÚSQUEDA DE UNA UTOPÍA

 

Hoy, entre nosotros, no hay otra voz más repetida que la palabra democracia. Un sistema social que sigue y se asemeja al gran lema del siglo XIX - libertad, igualdad, fraternidad- considerado música celestial o simple aspiración para muchos y nada para el resto. Para mí siempre será la línea del horizonte imposible de conseguir, el anhelo e intenso interés por dilucidar un irresoluble problema. Algo así como lograr la felicidad que no es sino el propio camino que nos conduce a ella, toda vez que es un objetivo inexistente o sin sentido. “Se hace camino al andar”. Se es feliz y demócrata cuando  persigues serlo;  cuando se avanza hacia un ideal desconocido,  posiblemente utópico, ignorando qué pasos dar, dónde dirigirse y, sobre todo,  creyendo haber llegado a la meta aunque nos abrume el hecho de no saber qué hacer o cómo mantenerla, ya que las múltiples dudas, contrapuestas o no, nunca faltarán.

La libertad auténtica es la que se consigue con respeto y rectitud; si bien, en democracia, se logra con la fuerza de la ley creada por un poder mayoritario que impone sus puntos de vista. La igualdad es absurda ante una Naturaleza que nos crea diferentes con el halito que nos difumina; sin embargo, la democracia deberá procurar las mismas oportunidades para todos. La fraternidad es la esencia opuesta al egoísmo, característico del ser humano. Por tanto, para lograr estos tres valores propios, los hombres hemos de renunciar a ser fatuos, ruines, abyectos, falsos, mezquinos, faltos de escrúpulos,... y eso será complicado.

Ciertamente ignoramos lo que concierne a los demás. Nuestro estado de ánimo varía con las emociones recibidas y cualquier cosa puede suceder en un instante. Sin embargo, convendría trocear el camino de la historia desde nuestros orígenes. Sabríamos que el sistema social más atractivo, más justo y verdadero, por muy cruel e inapropiado que ahora nos parezca, siempre fue y es el actual predominante. Es de suponer que la democracia de hoy (dentro del resto de sistemas sociales existentes) es el mejor e ideal a seguir: una voluntad un voto.

La democracia se gobierna hablando, por lo que el verbo es de suma importancia. Los políticos convencen a la gente que tienen las cabezas vacías o que no gozan de criterio. La fuerza bruta y sus armas, la realeza y su herencia, la religión y su misterio de antaño, están siendo relegados por la democracia. Los hombres necesitados de que alguien nos dirija atendemos todavía a la voz de un amo, dada nuestra vocación de esclavos, súbditos o ciudadanos o a que alguien nos augure lo mejor sin inquietarnos ni causarnos molestias: bastará con que nos prometa lo que deseamos.

Hace cientos de años que se pedía Paz, Trabajo, Bienestar. ¿Se pueden exigir petición más lógica? Hoy, hace muchos años más y se sigue pidiendo lo mismo. Alguien debería satisfacer tales deseos, pero el pueblo solo cambia de amo y continuará refunfuñando siempre, sin  más remedio que conformarse.

El comunismo, un sistema social basado en la igualdad siempre bajo el yugo del terror del Estado, es el cebo ofrecido a los trabajadores para incitarlos a la rebelión, del mismo modo que surgieron los gritos de  libertad, igualdad y fraternidad comentados. El capitalismo demanda libertad para todo igual que las dictaduras la permiten supeditada al ideal que persiguen, a fin de que los más poderosos se beneficien de ella. Los políticos engañan al pueblo todo el tiempo por lo que hemos de examinar y comprobar detenidamente sus palabras, basadas en ostentar y retener el poder.

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