En general, ponerse de
acuerdo es difícil. La cesión siempre será necesaria para entenderse.
Establecer, por tanto, leyes iguales o equiparables -reconozcámoslo- será una
tarea imposible. No existe una persona igual a otra y, por consiguiente,
resultará imprescindible añadir la asignatura TOLERANCIA a nuestra educación y
enseñanza. Y cómo no, antes de juzgar, ocupar el lugar del otro y, por
extensión, el de los demás. Nadie puede tener la prerrogativa de la inmunidad,
la patente de corso, la verdad de su parte…, por mucho que cualquier excusa sea
buena para meter un pleito o la normalidad no exista al ser para cada uno
diferente.
Son infinitas las causas que
determinan las desigualdades humanas para poder expresar, sin temor a
equivocarnos, que “ni el capitalismo representa la libertad, ni el comunismo la
justicia”, “ni el silencio es invisible, ni el dinero es poder”, aunque así se
estime o se parezcan.
“Al margen de las
diferencias anatómicas y fisiologías obvias entre machos y hembras, la
diferencia cromosómica tiene influencias en sus cerebros y, por tanto, en su
forma de comportarse. El sexo pues influye en el cerebro de manera doble: por
mecanismos hormonales y por la expresión y represión de determinados genes”.
Las hormonas sexuales
femeninas o las masculinas caracterizan a mujeres y a hombres; si bien, aún
siendo del mismo género, los estímulos y las percepciones que dan lugar a la
memoria, a la emociones y a la consciencia, originarán la toma de decisiones y
sus diversas actuaciones. Ni siquiera el ADN determina por completo lo que
somos; lo que hacemos en nuestra vida puede activar o desactivar genes y con
ello enfermar o protegernos. Los genes no cambian, pero se apagan o se
encienden con lo que hacemos y pensamos, con los interruptores de la educación,
la comida, el ejercicio y demás circunstancias de las que resaltamos, con
carácter general, el dolor y el placer, encarnados por el miedo (el enemigo del
conocimiento porque el propio conocimiento puede eliminarlo) y la pasión
(ausente del lenguaje de la razón y sus argumentos). Tan poderosos impulsos
tratan de imponerse sometiendo a la voluntad con sentimientos de envidias y rencores,
amores y generosidad respectivamente,
antes de caer rendidos o desesperados ante una fe ciega o una esperanza ilusionante.
Tolerancia, pues, para todos y cada uno de los pensamientos que llenan las almas de los humanos, hombres y mujeres, que usan su voz y no la violencia. Hoy, la memoria de Franco me recuerda a Putin con su propagada. Entonces, mi cerebro en desarrollo, aprehendía todo cuanto veía, escuchaba y sentía, hasta el extremo de considerar a su excelencia el Generalísimo mi ídolo, del que renegué una vez procesados mis neurotransmisores y comprobar la estafa que simbolizó con su conducta, mentiras y adoctrinamientos.
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