domingo, 29 de mayo de 2022

¿UN DESTINO INEVITABLE?

 

Los hombres no hemos perdido todavía los impulsos ancestrales del animal que fuimos. Los machos buscando hímenes en los que introducir el sexo por el placer genético y primigenio de la reproducción. Ellas, si son fértiles, aspirando a complacerles sin resistirse para su propio goce, incrementar el deseo de ellos y tener descendencia. Ahora, a veces, ambos se desinhiben y controlan la procreación por razones sociales, que hace miles de años no existían, sin haber desaparecido la fuerza de los machos.

Después de muchos siglos, una vez los primates se fueron adaptando a las fórmulas antinaturales en el uso de ritos, hábitos y costumbres, amén de las normas educativas impuestas por los gurús y los reyes, avanzaron desprendiéndose, poco a poco, de su irracionalidad para convertirse en otra especie: la humana. Ya, para entonces, resultaba peligroso alojar o reprimir emociones impresionantes, capaces de producir enfermedades físicas o mentales, dado su origen psicológico. Pero pasará mucho tiempo para erradicar la figura del macho dominante que nos parece muy lejana, pero no lo es tanto, recurriendo  a  coacciones dolorosas mediante cismas, prohibiciones, leyes radicales… para que eso suceda. No fue fácil dejar atrás a los ángeles, a los dioses, a los diablos y demás símbolos, solo masculinos,  para que las diferencias atávicas, entre los sexos, se fueran limando hasta olvidar el origen del homo sapiens. Ellos, nunca renunciarían a su fuerza. Ellas harán lo propio con su intuición o sexto sentido. Lo cual vendrá a significar que el techo o límite de la evolución humana se alcanzará quedando estancando en un destino inevitable. Será otra nueva y genuina especie la que, cohabitando con los humanos, sin doblegarnos, pasaran a ser los más altos en la cadena trófica, los que nos sustituyan: ¿Avatares? ¿Figurines? ¿Imágenes inimaginables? ¿A través de meta-versos? ¿En la invisibilidad de la luz o formando parte de ella? ¿Metafísicos?...

Hoy son pocos los que creen y confían en la política y en la religión. En España están desacreditadas. Ambas imponen leyes y costumbres a su conveniencia. Y como “solo los idiotas no tienen miedo”, a él acuden en su propio provecho. A corto o a largo plazo, según les convenga. Con promesas de beneficios inmediatos o en la vida eterna. Con vaticinios a medida, indicando una cosa y la contraria. Y para colmo, imponiendo, a través de sus leyes una igualdad entre hombres y mujeres opuesta a su naturaleza humana, simplemente, por coincidencias aleatorias. Convendría que se ocuparan de no meter miedo y acabáramos con las inmoralidades que vemos cada día (reducidas al ejemplo que nos dan, a la seguridad que nos ofrecen, al respeto que nos merecen,  a la creencia que nos brindan, a las mentiras que nos inquietan, comenzando desde lo más alto: rey y gobernantes, magistrados y altos cargos, representantes sindicales, económicos y religiosos), a fin de que el pueblo llano les imite, aprenda a ser honrado y bondadoso y no al contrario como con su ejemplo nos inducen.

Seguramente, aún, queden muchísimos lustros para la desaparición absoluta de los humanos como especie preponderante. Será menester recapacitar si queremos vivir en un mundo donde podamos entendernos en paz, acortando diferencias sociales y económicas entre las rentas altas y bajas, entre los distintos conocimientos y saberes, en la concordia y la armonía, rompiendo las falsas esperanzas que las religiones y nuestros representantes políticos nos brindan y, sobre todo, anulando la falacia más creíble manteniendo que el destino lo tenemos escrito y, hagamos lo que hagamos, es inevitable. 

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