viernes, 20 de enero de 2012

LAS EMPRESAS DE RATING

Hoy 20.01.12, tenía previsto escribir algo más sobre el Apagón económico, pero dado el protagonismo inusitado que han conseguido -¡ya está bien!-  hago un paréntesis para hablar de las empresas de calificación.

Convendrán conmigo que lo primero es no tener miedo y combatir el pesimismo con que nos inundan. Son enemigos claros impregnando el temor a la mayoría de los ciudadanos europeos ¡Es una sin razón! Pero debemos afrontarlo con la incredulidad. Lo segundo, será preguntarse quiénes son, a qué intereses sirven, qué retribuciones perciben, qué los mueve, qué arriesgan… y sacaremos nuestras conclusiones.

No hace mucho, confiábamos en algo o alguien que había llevado una trayectoria adecuada, dando respuesta con mesura, habiendo obteniendo buenos resultados. Hoy parece que aquello pasó de moda y se analizan perspectivas, auguran lo qué va a pasar, manifiestan el resultado que se va a lograr; pero la cocina contable, los números son los mismos, por mucho que las cifras sean superiores o la tecnología esté más avanzada.

Hoy como ayer, no se puede manejar sólo la teoría, el instinto, la imaginación; es necesario compartir in situ la practica, la experiencia, la certeza. Los pipiolos de las tan traídas y llevadas empresas de rating no hacen otra cosa que apostar por sus genuinos intereses, tratando de hundir o ensalzar lo que les place sin control, si  medir sus consecuencias, sin comprobación alguna. Toman el plato servido en el comedor (ignorando incluso de qué y cómo está hecho) y lo publicitan a los cuatro vientos, con la opinión que les conviene, arrastrando miedo, pesimismo; creyéndose los testaferros del dios dinero y alardeando de imprudentes vaticinios, rallando la insolencia.

No ¡Basta ya! No necesitamos más agoreros. Paguémosle el servicio de callarse. Basta ya de pegar en un cartón informes obtenidos de quién sabe cómo. Refritos embotellados de quienes se los proporcionan, de sus interpretaciones y artimañas. (Chantajean, amenazan, escudriñan el pánico, para beber de la sangre de los ingenuos).

No están lejos los informes de los bancos que se proporcionaban entre sí. Elogiaban a sus morosos más recalcitrantes para “endosárselos” a la competencia, Los deudores sabían de tales triquinuelas como hoy conocen la Ley los delincuentes. Todavía tenemos
redentores aflorando sus buenas intenciones para darnos el “tocomocho”. Nadie ignora que Dios existe o no existe, pero, ante la creencia inverosímil de infinidad de entelequias, se realizan opíparos negocios y damos pábulo a cosas increíbles y nos aterran y nos sugestionan y nos convierten en sus más devotos seguidores:“¡Vausté a la mierda!” repetido, se le oímos decir a José Mota.

Que sean los bancos (esos insignes usureros del bien) quienes compren (y hagan caso) los informes (presagios y aventuras que ellos mismos demandaron a imagen y semejanza de sus golferías) a las empresas de calificación. Nosotros los ciudadanos bastante tenemos con soportar a impresentables políticos (compradores de favores) que nos roban el optimismo para que otros vengan a superarles. Menester (no nos queda otro remedio) que los Gobiernos nos muestren con su ejemplo, el buen hacer que debe conducirnos. No nos dejemos estafar, en estos instantes, por voces interesadas que pretenden hundirnos en la miseria. Hagamos nuestra vida normal, con Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad que son, cuanto menos, tres atributos que demando para toda persona, tanto física como jurídica. Y que la Paz y el Amor nos una

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