La
sociedad está dividida en tres grupos bien diferenciados:
1.-
Los que tienen poder y riquezas.
2.-
Los que por su pobreza están explotados y sometidos.
3.-
Los que no pertenecen a ninguno de los anteriores.
Los
primeros serán reyes, gobernantes, mafiosos, contrabandistas y altos cargos
políticos, eclesiásticos, militares,
miembros de la judicatura, empresarios, deportistas y otros con acceso a
medios de comunicación y riquezas legal o ilegalmente conseguidas.
Los
segundos sin duda, emigrantes, deportados, personas sin trabajo y aquellos que
sólo les queda un hálito de esperanza para poder combatir la miseria.
Los
últimos se mantienen erguidos entre unos y otros, tratando de ascender a los privilegios inauditos de los primeros y
luchando por no descender al profundo pozo de los segundos.
Los
grupos se están distanciando: adelgazando el número de los primeros y
aumentando su fortuna; engordando el número de pobres ampliando su miseria
y los terceros, disminuyendo como
disminuyen sus riquezas. En España cerca del 30% de la población, se
dice, está en el umbral de la pobreza. Sólo una tragedia de proporciones indecentes,
igualaría a una sociedad tan injusta. Luego, la historia será contada por los
vencedores. Los mismos o los productos
del poder y la riqueza, imponen sus
leyes unidos, como se unen todas las miserias para hacer cosas miserables,
tratando a la pobreza como si fuera una enfermedad que contamina.
Parte
de esa misma sociedad, denodadamente comprometida con la defensa de los
derechos humanos, mantiene la beneficencia alentando la esperanza, la fe, la
gratitud, el sufrimiento, la lucha, la defensa de unos y otros, pese a que tal limosna
sea el más endémico de los fracasos de
la propia sociedad que lo permite. Nos cerramos los ojos, sin comprometernos
a erradicar definitivamente el problema tan dramático que representa la pobreza.
Ser pobre en nuestro entorno, con tanto despilfarro a su alrededor, posibilita a
prescindir de dignidad y conciencia y quien la padece puede
convertirse en un ser irracional. Ha de tenerse en cuenta que el derecho más
fundamental, que es el de la vida, se resquebraja, siendo la pobreza el pórtico
de la muerte; una muerte de la que nadie nos libramos. El tiempo de quien la
sufre, lo emplea en buscar la subsistencia y para ello recurre a los medios a
su alcance, olvidándose de cualquier tipo de principio moral. Mientras la pobreza exista, la dignidad del
hombre, la libertad individual, la justicia social, la igualdad de
oportunidades, no son sino huecos claros de un cielo negro, dada la nube oscura
llamada caridad, ocultando el azul celeste que debía prevalecer.
Saldremos
de esta crisis, sin duda, como se salen de todas ellas. Si bien, nunca sabremos
el precio pagado por ello y, menos aún, el número de víctimas inmoladas en el
camino. Sólo se hablará de una regeneración, de un cambio, pero no que es una
cuestión de causa efecto.
¿Por qué no exterminamos sus causas e
inhabilitamos las crisis? Se puede hacer si se quiere. Bastará con voluntad
y medidas: Reducción de clases sociales. En su día lo fue el dinero físico: la
moneda de cambio con la que se realizó. Las medidas están a nuestro alcance. No
sé si he leído u oído, no importa, que ha terminado
la etapa de la eficiencia y debemos entrar en la del amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario