viernes, 14 de junio de 2013

CUESTIÓN DE CONFIANZA

La democracia que tenemos no es sino una imposición de los poderes que nos gobiernan a su antojo; interpretan la Constitución como quieren, cambian normas y leyes que les placen y los  impuestos que administran son insuficientes para satisfacer sus necesidades, cuando las de los ciudadanos de a pie están menguando. Habrá de iniciarse una Revolución Pacifica
En España los votos son muy parecidos casi siempre, pero las distancias de los votantes son cada vez más alejadas económicamente. El sector político, sea del color que sea, al revés; más próximos y gordos en los privilegios como el sebo de las ruedas de un carro, sin poderse desprender por mucho que chirríen. ¿Para qué perder el tiempo alterando las cosas, si luego se incumple por el propio poder que las modifica? No se puede ser hipócrita. Cuando fuimos niños nos reprendían llamándonos judíos, fariseos, farsantes y nos olía a cosas de canónigos, empeñados en que siguiéramos la doctrina que predicaban, pese a ser ellos los primeros en incumplirla. Entonces, ¿para que tanto sermón?  E insisto, acordándome de “haz lo que te diga, pero no lo que yo haga”, muy propio de ciertas profesiones. Acaso, ¿no recuerdan a los médicos decir “no fumes”, mientras no dejaban de echar humo? O, ¿a los políticos dilapidar lo que no es suyo, llenándose la panza e  invocando el rigor en el gasto? Huelga citar los dos años de austeridad famosos con Franco: dividendos y sueldos congelados. Pasados los dos años, los primeros afloraron engordados para los empresarios, los salarios se los robaron a los obreros. Siempre respetando el poder la ley del embudo.
Llamo Revolución Pacifica a cosas que individualmente las personas podemos hacer, puestos todos de acuerdo. Los poderes no escuchan, practican la política en beneficio de unos pocos y ejercen su función cometiendo atropellos con justificaciones irracionales que la mayoría no entendemos. Cuando esto sucede, los poderes han perdido la confianza. Habrá que actuar.
Cuando a veces comento que la política, el mundo de los negocios, incluso, las crisis son cuestiones de psicología, son muchos los que se llevan las manos a la cabeza escandalizados; sin embargo, lo mantengo. Es tan poderosa nuestra mente que no sólo nos afecta a nosotros produciéndonos una enfermedad o un remedio, sino que contagia a los demás provocando las crisis como bacilos originando de una pandemia.
La confianza es sin lugar a dudas tan importante, que cuando alguien o algo no la merecen, eludes su trato y deja de interesarte la cuestión. Lo malo o bueno de ello, es que aquélla surge por muy distintos y variados motivos que pueden ser o no ciertos de la misma manera que desaparecen: Una palabra, un imprevisto, una intuición, el miedo, otra emoción o su cambio repentino. Así podíamos completar este folio ratificando o no la confianza.
Debemos, por tanto, comenzar a saber hablarnos a nosotros mismos, escucharnos. Darnos confianza aún engañándonos. Ser positivos en nuestras bromas mejor que al contrario. Halagar en lugar de criticar. Ser amables, simpáticos, alegres y no escamotear una mentira piadosa si lo consideramos necesario. Todo es cuestión de práctica que beneficia. Nos es de recibo, sin embargo, emplear la falacia y timar aprovechando el artificio. La gente confía más si antes se le explica la verdad, argumenta los motivos de un sucedido, no recurre a cuentos chinos, ni se les toma por tontos. Y, por supuesto, restituyendo el daño producido.

Los poderes son hoy  acreedores de la más absoluta desconfianza por lo que abogo ejercer acciones para ejercer una Revolución Pacifica que en ella encuentren nuestra repulsa. 

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