Que yo sepa, el primero que
públicamente llamó indecente a Rajoy, anterior Presidente de Gobierno, fue
Sánchez, el mismo que le sustituyó en una moción de censura provocada por similar
motivo.
Una inmensa población de españoles, hastiada de tanta corrupción, recibió
con esperanza los nuevos nombramientos establecidos para formar gobierno. Pero
hoy (si hoy) a escasas fechas de jurar su cargo, se ha descubierto que uno de
ellos, el ministro de cultura y deportes, delinquió tratando de evadir impuestos.
Eso, sin duda, le descalifica por completo para continuar ejerciendo y debería
dimitir sin que nadie le obligue, reconociendo que sabía lo que hacía y que lo
ha pagado con creces. Y eso es decencia,
lo contrario, es lo contrario: indecencia.
Sánchez, el recién investido
presidente, si quiere que en él se confíe al frente de un gobierno honrado, habrá
de mantenerse erguido sin defraudar las expectativas creadas y mirar a los ojos
de la de la gente para decirles que desconocía tales pormenores y que el ministro
será dimitido si no renuncia a su cargo.
No importa que el hecho se haya
producido no siendo ministro (¡faltaría más!), que la multa la ha satisfecho
(¡faltaría más!) y que otros muchos españoles infracciones semejantes también las
han cometido.
¡Sólo faltaría exculparse con algo parecido!
Un ministro de
cultura, precisamente, que ha de impregnar, especialmente a los jóvenes, valores, cualidades y ejemplos nobles
con los que sentirse orgullosos. Cualquiera, en cualquier momento, en cualquier
sitio, cientos de veces, puede reprochar, al ministro y a quien lo mantiene, de
la indecencia que comete un tramposo al frente del saber y del deporte, dando
clases de cultura lucrativa, de esfuerzo y deportividad con toda clase de
artimañas para que cualquiera logre lo que se propone.
No repitamos, por favor, los
mismos errores que, desde el Lazarillo de Tormes, a España nos persiguen.
Muestren dignidad, ejemplo y valentía. Hagamos que quienes nos representen lo ejerciten
de verdad, sin tacha. No nos avergüencen más.
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