viernes, 3 de abril de 2020

PERSONA FÍSICA, PERSONA JURÍDICA


Son tantas las personas las que opinan que sus opiniones se desvirtúan, se hacen banales o ni se leen. Igual que cuando la información abunda o es excesiva que en lugar de informar desinforma. En cualquier situación, acontecimiento o circunstancia, el sentir político no falta y, por tanto, las manifestaciones al respecto proliferan en infinidad de direcciones con puntos de vista muy dispares. Ahora, con motivo del coronavirus instalado entre nosotros, son muchos los que con mejor o peor tino saltan a la palestra. ¡Faltaría más! La habilidad, el arte, la doctrina, la orientación, el interés de cada cual quedan al descubierto o retratados sin más.

En España (como en cualquier país democrático) felizmente la libertad de poder expresar lo que uno piensa no está penalizada y se puede decir lo que se quiera. Bien, es cierto, que sería de agradecer que todos fueran, cuanto menos, respetuosos con los que como ellos opinan y no emplearan palabras soeces o trolas a conciencia. Existe, sin embargo, cierta clase política que aprovecha la pandemia para obtener réditos con descalificadores mensajes: Vertiendo agravios dignos de mítines y  chirigotas, tildando de culpas las imprevisiones, imputando mala fe a decisiones tomadas, atribuyendo dolo a lo que es error y, sobre todo, arrimando el ascua a su sardina anteponiendo lo público sobre lo privado o al revés, defendiendo a la empresa sobre el hombre y al revés cuando en realidad no hay unanimidad en los pareceres, todo es viable y tiene cabida.

Dada la trascendencia e importancia por contener al maldito virus, mejor sería aportar ideas, iniciativas, ayudas y demás energías para exterminarlo o paliar sus efectos. Los asuntos y temas apuntados bien pueden esperar y dilucidarlos después. (Repito, una vez más,  no votar a listas de partidos sino a contenidos a realizar por determinadas personas). No obstante, hay una disputa que se eleva sobre las demás:

¿Qué ha de preservarse? ¿En qué orden se ha de hacer? ¿Y si hay que elegir? La contestación, casi unánime, es: A las personas físicas, sin duda, pero también a la economía encarnada en las personas jurídicas.

No estamos ante la tesitura de tener que elegir. A eso se desea no llegar. Por eso, ni los de un lado ni los del otro, han de decantarse, ni siquiera recordar cómo se actuó o quién más sufrió en otras crisis pasadas. No obstante, son muchas las voces que toman partido con números, cifras, muertes, pérdidas… cábalas que a nada conducen. Ninguna de las personas que nos gobiernan, sean del color que sean, quieren hacer el mal a sus semejantes, sabiendo que, a su vez, a ellos mismos les puede repercutir. Procurarán hacer lo que sepan, lo mejor posible, con el menor daño en vidas humanas y pérdidas económicas. Lo mismo que otros lo harían en su lugar, aunque la forma de actuar fuera diferente.

A todos pues, nos puede valer una receta: confiar. No nos queda otra. 

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