sábado, 13 de marzo de 2021

PABLO IGLESIAS

Hace ya tiempo que obvié defender Pablo Iglesias, el caudillo intelectual de Podemos, y callar ante la ingente cantidad de ataques que recibía en medios digitales y de comunicación, toda vez que, en su mayoría, me parecían celos desmedidos e injustos de quienes los emitían. Ahora que ocupa la segunda vicepresidencia del Gobierno, me decido por fin a hablar sin reparo no sobre él, que no conozco, sino sobre sus actitudes contradictorias e incongruentes de su propio discurso e ideario, salvo que me aferre a las anécdotas del cura que acude a un lupanar o del médico que fuma como un carretero,  para que vengan a justificar sus acciones diciéndonos lo mismo: “Haced lo que yo diga, pero no lo que yo haga”. Y la gente lo comprende, sigan o no sus pasos. Sin embargo, lo del señor Iglesias representa un dilema. Sus partidarios pueden imitarle, pero solo un poquito, ya que los resultados personales que ha conseguido difícilmente los pueden lograr. Y es ahí donde se descubre la disyuntiva de su ejemplaridad en la que debe, a mi juicio, de asentar su discurso para que no naufrague escandalosamente.

Habla que el Estado ha de abogar por la sanidad pública, pero elige la privada. Dice ser un hombre del Pueblo, del que jamás uno ha de apartarse, pero se encierra en un chalet de potentado. Criticó al ex presidente Aznar porque a su mujer Botella la aupó a ser alcaldesa de Madrid, pero lo remeda elevando a la compañera con la que convive a un ministerio. Cree en la libertad de expresión, pero exige controlar a la prensa. Defiende a los ocupas, los escraches, pero hace todo lo posible por evitarlos cuando unos energúmenos se ejercitan en ello. Aboga por el derecho a votar la independencia de parte de un territorio de España, pero olvida que, tal derecho, también lo tienen el resto de españoles, a los que priva del mismo…

Seguro que se me olvidan algunas cosas más tan incoherentes como las citadas o, tal vez, en mi ignorancia, no sepa que tal forma de  actuar es consecuente con sus fines, entre los que, lógicamente, se encuentra su sueldo público (y el de su compañera), alejado, sin duda, de la ideología que clama. Una ideología de libertad, honradez e igualdad de oportunidades, que para todos los ciudadanos quiero, y las de un líder ha de dar ejemplo con su conducta, actuando con arreglo a tales principios. Puede ser que yo no sea un buen simpatizante al no seguir su ejemplo, pero no importa; antes que yo han sido muchos los que le dejaron solo. ¿Por qué será? Es posible que mi razón gratuita, la que me lleva a criticar lo que considero no correcto, no sea la misma y, tal vez, el señor Iglesias, ni la lea, ni la admita y más siendo un ignorado ciudadano. No excluya, sin embargo, que “obras son amores y no buenas razones” o, “por sus frutos los conoceréis”.

Todos pasamos por diversas etapas en la vida: la niñez, la adolescencia, la juventud.... Circunstancias que, aunque alguien asegure que “la cabra cambia de pelo, pero no cambia de leche”, son muy variables. Muchas veces, especialmente sus enemigos, le habrán recordado, mediante bulos, informaciones o trucos, otras épocas de las que, ahora, puede no sentirse orgullo. Pero bien sabe, porque es cierto, que "agua pasada no mueve molino" y desentenderse del pasado humildemente (y un líder con mayor motivo) se puede hacer sin lamentarlo y, si llega el caso, pidiendo perdón que nada de eso, a nadie quebranta.

Reconozco que sé poco de su alma y, a lo peor, estoy infringiendo una opinión que no merece. Vaya de antemano mis disculpas si ofendo con mi atrevimiento, si no estoy en lo cierto; y piense que su ejemplo es el espejo en el que todos le miran:  trasluce lo que dice y hace mostrando, quiéralo o no, su identidad para glorificarle o condenarle. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario