miércoles, 23 de marzo de 2022

MUJERES Y HOMBRES

 

La igualdad no existe.

Hombres y mujeres se empeñan en hacer lo posible en imposible y viceversa. Difícilmente se podrá cambiar el rumbo, el destino, la naturaleza humana, tanto o más que tratar de asegurar o no la existencia de Dios. Son cuestiones de infinita trascendencia irrealizables de conseguir, al menos, a corto o medio plazo.

Mujeres y hombres jamás podrán ser iguales. A lo sumo podrán equipararse en igualdad de derechos y obligaciones, aun cuando sus características diferentes darán resultados diferentes. En el mejor de los casos, en busca de optimizar recursos, Dios, la Naturaleza o algún fenómeno prodigioso, podrían hacer surgir seres hermafroditas que economicen la fecundación, el más significativo asunto que ocupa a la humanidad. Ya, desde el nacimiento del homo sapiens, su constitución y desarrollo, aun siendo univitelinos, se acusan diferencias. Solo la invención de un portento adecuado podrá construir modelos de cosas, no de seres vivos, con idénticas tipologías y peculiaridades. El intento de crear o hacer entes u objetos similares, será merced a la igualdad de oportunidades, la tan ansiada y asimilable paridad que tanto se admira y pregona, dados ya en determinados aspectos. No así, sin embargo,  a la hora de aplicar la ley. Esta y sus efectos distan, cada vez más, entre hombres y mujeres, aunque debería ser al contrario. Pero no. Mujeres y hombres no son iguales ante la ley, aunque la Constitución española lo diga en su artículo 14 y, por tanto, sus derechos y obligaciones son dispares.

 ¿Por qué al hombre se le anula la presunción de inocencia ante la palabra (verdadera o no) de una mujer? Eso es, presuntamente a mí juicio, una discriminación manifiesta empleada por la ley, no ya en casos extremos, sangrantes o de fuerza mayor, sino en la totalidad de los mismos.

Todo el mundo sabe las diferencias entre los diversos géneros. Es evidente que ningún ser vivo es idéntico a otro como hemos dicho antes: algo perceptible a simple vista y conforme a las infinitas combinaciones de genes y memes generados. Hombres y mujeres se complementan. No obstante, la justica nada quiere saber de iguales o complementarios. Para ella, la ley, las hembras hablan y dicen una cosa y la contraria y, casi siempre, tienen razón. Los machos van de frente y, casi siempre, tienen las de perder, salvo excepciones. Las huellas primigenias de las hembras recolectoras (a corta distancia) y los machos cazadores (de largo recorrido) se sintetizan en ello. Los jueces, tal vez, consideren que emplear la fuerza física (obvia) por los hombres, muy distinta a la fuerza  psicológica (oculta) de ellas, les da ventaja. Nada más lejos de la realidad. La mayor parte de las veces los daños psicológicos (no visibles) son infinitamente más dañinos y graves que los físicos (evidentes) que se acreditan como prueba. Un claro síntoma es la cantidad de suicidios existentes en España: tres veces superior en los hombres que en las mujeres.

Búsquense fórmulas para la protección de las mujeres antes que queden indefensas, pero no por eso castiguen a los hombres sin pruebas objetivas que los hagan culpables y, mucho menos, a los hijos que la mayoría de las veces están influenciados por sus progenitoras. Piénsese que estos asuntos no son matemáticos y una sola fórmula jamás puede ser aceptable. Las susceptibilidades y los sentimientos, el cuerpo y el alma, la vida en definitiva, va en ello, de ahí que sea tan difícil su manejo. Un cuidado especial, transcendente, ha de emplearse, antes de recurrir a una medida preventiva, por norma, contra el hombre, dado que  no hay, ni se da  en los humanos, la palabra de Dios.

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