sábado, 12 de marzo de 2022

¿Por qué nos enfretan?

 

Leo el titular de una noticia (hoy 12.03.22) que dice: “VIOLENCIA DE GÉNERO. Xxxxxxxxxx, tercera localidad que se suma a la plataforma Viogén” e, ignorando a qué se refería su última palabra, continué leyendo la misma para saber que ese vocablo está relacionado al Sistema de Seguimiento Integral de los Casos de Violencia de Género, Viogén. El pueblo en cuestión,  de unos 2.200 habitantes, mitad hombres, mitad mujeres, de una provincia con más de 200 municipios y 692.000 almas, “inicia los trámites para adherirse al Sistema y… protección de las víctimas. El alcalde -termina la noticia- subrayó el compromiso municipal contra la violencia de género y a favor de hacer lo posible para que la localidad sea un lugar más seguro”.

Enseguida me percaté que los medios no paran de comernos el coco con la violencia de género (“un accidente gramatical que nos clasifica en masculino, femenino y neutro”)  y especialmente la realizada por los hombres, dado que poco o nada se difunde de la ejercida por  mujeres a las que, sea dicho de paso, únicamente se las considera víctimas. Sin embargo, la nota del diario apuntada ¡chapó! no habla como viene siendo habitual, de VIOLENCIA MACHISTA (“actitud o comportamiento de quien discrimina o minusvalora a las mujeres por considerarlas inferiores respecto de los hombres”) en la que ellas (“o elles”) quedan fuera.

Hoy insultan y acusan, sin más, a los hombres como si fueran delincuentes, maltratadores o criminales en contra de las mujeres. Ni siquiera ante el infundio de cualquiera de ellas goza o se le reconoce su presunción de inocencia. El machismo sin duda existió, existe y existirá por desgracia. La delincuencia no es exclusiva. Reconozcamos que en otras épocas, y actualmente en ciertos sitios y casos, la mujer estuvo oprimida, tratada como un mueble, incluso, por imperativo legal y de eso hay que echar las culpas a los sistemas políticos, a las instituciones, a las leyes y, sobre todo, a las religiones y costumbres que aún perduran.  Jamás escuchamos a nuestras abuelas y madres decir que su marido fue machista. Tal vez, básicamente, porque recibían el jornal que él llevaba para que ella lo administrara como gobernaba la casa, o cuando ambos se amaban y de manera educada compartían las decisiones o cuando juntos ante los demás se excusaban. El rol del hombre y la mujer era distinto, ni peor ni mejor,  y jamás seremos iguales porque lo que se complementa no es lo mismo. Eso sí, no había un Ministerio de Igualdad del que se oye ser presuntamente antónimo, radical y  xenófobo ya que ningún hombre trabaja en él, ha impuesto leyes partidistas y que dice la mujer es creíble, palabra de Dios.

Ni entonces ni hoy existen hombres que se precien, o por el hecho de serlo, odien a la mujer. Habrá circunstancias u otras causas que lo provoquen y viceversa. Tampoco por el hecho de ser hombre se es un criminal o por ser mujer  se es prostituta. ¿Cuánto quedará para seguir albergando nuevas injusticias y como las de antaño seguirlas callando? ¿Qué intereses median para enfrentar a hombres y mujeres?

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