viernes, 25 de marzo de 2022

NUEVOS TIEMPOS

 

Tiempos convulsos son los que estamos atravesando.

Muchos son los factores para que esto sea así. El Covid 19, la Dana, la Filomena, el Mercado de las energías, la Guerra de Ucrania, la Inflación, las políticas, la sociedad…  y, especialmente en España, la agravante tendencia a derribar a un Gobierno legalmente establecido.

Los tiempos son los que son y nadie puede cambiarlos salvo las sinergias reivindicativas bien dirigidas a desestabilizar a la sociedad de por sí perturbada por los elementos antes citados y los populismos. Así el transporte, el campo, la pesca… basándose en un encarecimiento de precios de los carburantes, no dispuestos a trabajar con pérdidas, como debe ser. Antes, cerrados por la pandemia, restaurantes, turismo, espectáculos… se quejaron de igual forma, alentados por proclamas, cacerolas y banderas. Todos recurren al papá Estado, algo razonable, muchos aprovechando la coyuntura propicia para hacer caer al Ejecutivo, sin que otros lo sepan. Por tanto, cuestiono las causas que lo justifican cuando están sometidas por partidos, entes, agrupaciones, sociedades… con intereses particulares o para auparse al poder y beneficiarse.

Presiento que no es difícil saber quiénes disfrutan con la situación a sabiendas de “que a río revuelto ganancia de pescadores”. Obsérvese, que sin aportar soluciones vaticinan desastres  presuntamente deseados y contribuyen olvidando las circunstancias adversas por las que atravesamos.

Son muchos los sectores que en otros tiempos nadaron en la abundancia con beneficios  y, por supuesto, con nadie los repartieron. Elogiaban los mercados aduciendo que eran el motor que todo regula y, únicamente, se quejaban cuando sus costos se encarecieran, pero, sin embargo, callaban porque los repercutían en sus ventas o servicios, como ahora podrían haber hecho. Pero no…

¿Ahora, cuando llegan las vacas flacas, por qué no lo hacen de la misma manera y cada cual aguantan su vela? Lo que no se puede hacer “es estar en misa y repicando”. La fórmula no consiste en que todos asumamos las pérdidas de los negocios y en épocas boyantes apenas si contribuyen con los impuestos, ya que son enemigos acérrimos de ellos.

El Mercado, la Competencia, la Oferta y la Demanda son libres, sin duda, pero el Estado, que somos todos y no puede ser nada de eso, debería de renunciar a ser regulador como hasta ahora (nacionalizando pérdidas y privatizando beneficios), y sí, al contrario, operando igual que los intereses privados actúan:  convirtiéndose en competencia y permitiendo el caos que provocan para, en su caso, hacerse cargo de ellos por inanición o absorción. “Otro gallo nos cantaría”. Eso sí. Ojito con los reguladores que surjan o se ofrezcan. Sean externos, de otros lares o potenciales, deberán ser estrechamente controlados.

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