sábado, 23 de septiembre de 2023

ACABEMOS CON EL MAL VIII

 

Pasarán millones de años para que los hombres de una parte y de la otra seamos todos unos. Antes tendremos que ponernos de acuerdo y eso es imposible. ¡Qué digo! Sería un milagro. La idiosincrasia es individual y en España, resumiendo, hay dos partes o partidos, los liberales, conservadores y de derechas; y los liberales, progresistas y de izquierdas. Los primeros creyentes, principalmente, y los segundos ateos, por lo general. Entre ellos jamás existirá un entendimiento global para formar un único gobierno. Eso es inconcebible. Aumentarían los radicalismos provocando fuerzas opuestas que nos llevarían a reyertas continuas.

Ya los blancos del norte no volverán a ser los negros que fueron cuando, como primates, surgieron en el sur. ¿Qué decir de los independentistas, nacionalistas, extremistas, comunistas de España, excluyentes e intolerantes con los que no lo son? Antes que la libertad con respeto, pregonada por unos y otros, sea tolerada, el sol oscurecerá y las noches de odio y conflicto, contrarias al amor, permanecerán en tinieblas para reconocer que la vida humana es casual, pasajera, sin que nadie haya elegido una tierra de todos donde nacer.

Somos los humanos una especie que, como todas las especies, o se transforma o desaparece. Un imperativo evolutivo que no podremos evitar aun cuando gocemos de la característica única entre los seres vivos de imaginar y decidir, pese a lo cual, emocionalmente, en un estado de acomodación, desigualdad y propensiones biónicas, seremos incapaces de equipararnos entre sí. Otros animales como los dinosaurios se trocaron en gallinas o algunos mamíferos como los lobos se domesticaron para convertirse en perros. Nuestro destino ignoto va por ese camino, aunque piense que surgirán otras especies superiores con las que coexistiremos.

Ahora bien, nada es perfecto ni eterno, pero, mientras tanto, siempre habrá conservadores y progresistas de un lado y  de otro, sin que lleguen a entender a los que quieren llevar  razón y a los que emplean la violencia para tenerla. Ni tampoco a la lucha de religiones de ayer y de hoy, conducentes a ninguna parte, cuando precisamos de un equilibrio común y de una la ley ajena al poder y el interés. Hay que emplear la palabra, el argumento, la justificación en democracia que eviten nuestra auto-destrucción.

Obsérvese que a ninguna de las partes les interesa la verdad si es contraria a la suya. Además, existen muchas verdades o, siendo la misma, da lugar a variadas interpretaciones. El instinto, el pensamiento de cada cual, caminan a favor de su presentimiento ignorando si está de paso, por poco tiempo o va hacía a la nada de dónde venimos. Somos almas prisioneras de ideas ajenas (producto del adoctrinamiento, educación, costumbres y vivencias adquiridas, principalmente, en la infancia y la pubertad) ya que la cosecha propia con que se forma la idiosincrasia, sello o identidad, pese a la riqueza y cultura adquiridas, son exaltadas fácilmente por opiniones contrarías sin concebir otras con las que poder rebatir y acordar. Pasamos fácilmente de la risa al llanto, de fumar a no fumar, de perseguir a ser perseguido, de lo malo a lo bueno y… nada ocurre si se emplea el dialogo con lealtad y comprensión.

Se dice que en el término medio está la virtud, algo que se consigue con cesiones por ambas partes. No es cuestión de alzarse con una idea si esta no convence a la mayoría. Una mayoría que, como la historia nos demuestra, no domina por la fuerza, el engaño, la traición… cuando lo verdaderamente bonito es acordar, ser permisivo, remar en la misma dirección, para que no haya ni dominados ni dominadores.

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