sábado, 30 de diciembre de 2023

CREENCIAS

Mientras la existencia de Dios no sea un axioma, certeza o evidencia que jamás se podrá comprobar, seguirá siendo una idea, imaginación, invento, dados a conocer por las distintas mitologías, creencias, culturas, filosofías, engaños, intereses, ofrecidos en relatos con infinidad de dudas al respecto, observancias religiosas nuevas o continuadoras de su auge con dogmas e imposiciones modernos, toda vez que la fe en la fantasía, lo estrafalario, lo posible, lo sobrenatural, lo desconocido, es muy superior a la propia realidad.  
Si Dios apareciera entre los hombres, como un hombre más: ¿Quién daría crédito a su presencia? Posiblemente nadie, salvo los crédulos cristianos. Y es que la simple voluntad de Dios sería suficiente para hacernos creer en su existencia. 
¿Para qué valerse de intermediarios u otros medios, si Él puede transmitirnos lo que quiera conociendo como conoce hasta nuestros más ocultos pensamientos? Le bastaría impregnar en nuestros cromosomas el instinto de su existencia o un preciso mensaje haciéndonoslo saber. Tampoco nos exigiría adoración, ya que Él no ha de satisfacer la vanidad de la que carece; ni nos castigaría por dolo o  malos actos,  si nuestra conciencia los condona con el pesar de su culpa. Además, los humanos recurrimos a redenciones y castigos, justos e injustos, que ningún Dios permitiría: La muerte de chiquillos en las guerras. Las salvajes palizas a gente no culpable.  Los crímenes que se perpetran en Su nombre.  Los sanguinarios personajes que ostentaron y ostentan poderes desmedidos. Las penurias e injusticias, las calamidades y desdichas, las tragedias y muertes que claman al cielo.
Los humanos, indudablemente, necesitamos un instinto del que carecemos: el gen de Dios.
Los hábitos, creencias y costumbres de la especie humana son hechos adquiridos en el pasado, en cualquier época y lugar, que han dado lugar a independientes civilizaciones, al margen de sus instintos de sexo y protección, con la lengua y el conocimiento, el misterio y la fantasía, resultando un único Dios o miles de dioses que las sectas y religiones encauzan como medios de encuentro y separación. Su absoluta ausencia daría esplendor en los hombres.
¿Procede la religión de una revelación o inspiración divina? En ningún caso encontraremos en la Naturaleza su origen. Sí, en el primitivo e ignoto instinto del miedo apoderándose de los seres vivos, ya que en el fondo de su alma esconden el dolor y el placer: verdaderos artífices de  palabras mudas representando sospechas y confianzas, que elevan o derrumban cualquier tipo de culto o  adoración, hasta transitar o alcanzar la meta de la felicidad a la que todos aspiramos. Muchos brujos, listos, profetas, políticos..., la encauzan en su beneficio. Será necesario, sin embargo, no obviar ningún sentimiento de humildad y veneración, de agradecimiento y esperanza, de amor y comprensión, dado que nos proporcionarán poderes extraordinarios para salvar obstáculos insuperables o pasiones insalvables. La fe mueve montañas”. Vivamos, pues, nuestro propio yo, nuestro pinito peculiar, con ejercicios físicos y espirituales, con marchas y meditaciones, con experimentos y diálogos, con aquello que más convenga, deshaciéndonos del mal y la vileza, domeñando deseos y apostado por la paz. 
Somos humanos y debemos creer en nosotros mismos. Somos seres únicos e independientes, aislados de los demás, aunque formemos parte de una misma colectividad. Por ello deberemos aprender a ser libres y solidarios (pese a que muchos no puedan serlo) respetando y colaborando sin prejuicios ni discriminaciones con quienes piensan de diferentes maneras, sin imponer condiciones ni chantajes. Uno a uno y poco a poco, -se tardará muchos años-, pero se conseguirá aprender a confiar en todos y a entender cuanto nos rodea. Se llegará a conseguir la realidad divina que Dios está en nosotros, dentro de nosotros, y que, en verdad, cada uno de nosotros (por mismos) es su propio Dios, su Dios verdadero. Posiblemente en la memoria de nuestras células o neuronas permanezca la idea de que nuestro organismo es Dios; tal vez una hormiga diminuta presienta lo mismo y su muerte, por una pisada, lo considere su destino.
Dios es un sueño. Una esperanza, un consuelo, para quién en Él cree.
Dios no existe. Dios no sería capaz de consentir tantos horrores: crímenes de niños, maltratos de seres vivos, guerras y atrocidades de toda índole. Dios existe para aquellos que, a su costa, hacen pingues negocios, grandes empresas y prosperan sus intereses engañando a personas candorosas. Dios, si es y existe, no puede ser, en verdad, como nos lo pitan aquellos que se arrogan su representación (curas, imanes, rabinos...), permitiendo que seres inocentes, sin  haber cometido pecado alguno, sin tener culpa de ningún tipo, nazcan con enfermedades malignas, demencias, parálisis..., ya que supone una crueldad, de tal magnitud, que ni el peor de los diablos  las posibilitaría.
En la bondad, la honradez, la ternura, la dignidad, la compasión..., está Dios; ese Dios que llevamos dentro cada uno de nosotros. Y nos conforta cuando, desinteresadamente,  ayudamos a los demás. Acompañando a un ciego a cruzar la acera, dando de comer a un indigente, siendo humildes, buenos y generosos, especialmente con los más vulnerables y desfavorecidos. En Dios no cabe la venganza para enviarnos una vida eterna a un fuego infinito. ¿Acaso, si nos ha creado, no sabe de  nuestras debilidades? ¿Qué padre abandonaría a su hijo caer por un precipicio? ¡Qué cosas tan funestas!
Hay quien dice, para concluir, que si Dios existe (lo cual no es un hecho sino una opinión) sería marxista y/o mujer. Está claro que todo depende de quién lo manifieste y cómo lo explique.

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