La democracia, aunque débil, es temida por la derecha y la
izquierda y no digamos por los partidos extremistas. Y es que es tan delicada,
tan sensible, tan razonable, que es difícil y cuesta implicarse en ella, algo
que, sin duda, con su sincera práctica el tiempo puede ajustar.
Entre las derechas y las izquierdas, entre los partidos
conservadores y progresistas existen ligeras diferencias y matices diversos que
no han de pasar desapercibidos. Los
primeros, si no tuvieran que compartir con nadie el bienestar que da la
libertad, merced a la práctica democrática, todo funcionaria mejor, muy bien;
pero como quiera que la libertad no es exclusiva de nadie y, por tanto, lo es
de todos por igual, ofrece resistencia a su aceptación. Los segundos, por lo
general, procedentes de familias humildes asumen la libertad comprendiendo que
sus oponentes, según cuenta la historia, siempre gobernaron sin otorgar tal
privilegio a los demás, por lo que conceder libertad para todos les resulta
molesto.
Hay que conocer la historia para no repetirla ya que a la
humanidad no nos deja en buen lugar. Ahora bien, o aceptamos todos (unos y
otros) la dificultad a la que nos enfrentamos siendo demócratas, respetando los
derechos fundamentales del bien común, permitiendo todas las respetuosas
opiniones, criticando, razonando, sopesando que la libertad, como la justicia,
ha de ser igual para todos, o esta delicada democracia de cristal que tenemos
se va al garete y con ella todos nosotros y lo que sería privación de libertad
total, mayor numero corrupciones y engaños y más acusadas diferencias todavía
entre pobres y ricos.
Dirigir, gobernar, mandar es muy meritorio, pero lo será más
todavía cuando te retires y unos y otros (conservadores y progresistas)
consideren que lo hiciste bien, con equidad y justicia, velando por la mayoría
de la gente a la que gobernaste en democracia.
Sin la política no se puede vivir, por eso envío el presente
mensaje a todos los que viven de ella, a todos los partidos políticos, a
cuantos hablamos de política y a los que nada quieren saber de la misma: Dejémonos
de comentar y extender lo que otros hacen mal. Hablemos solo de lo que hacemos
o se puede hacer mejor.
Las groseras críticas, insultos, medias verdades, trolas y
demás insinuaciones perversas nos están creando un estado de confrontación y
enfrentamiento, de odio e ira que pueden originar un ambiente prebélico como
pudo ocurrir en el 36, o algún exaltado, forofo, fuera de sí quiera tomarse la
justicia por su mano.
Dejemos apartadas las descalificaciones de nuestro
vocabulario y hágase el vacío a quienes las practiquen sean quienes sean, pues
no es de recibo hablar mal de nadie, incriminarle o sentenciarle “por la gracia
de Dios” que, precisamente, no tiene nada de gracia y más si no hay pruebas de
que sean verdad.
Pensemos que la víctima podemos ser cualquiera de nosotros,
sin medios para defendernos toda vez que el daño se ha producido y recurrir a
la justicia cuesta dinero. Esto no quita para que se denuncie y se luche contra
los corruptos y los provocadores, contra los que divulgan bulos y se saltan la
ley, contra los que no tienen otra cosa que hacer y se divierten lanzando
calumnias y patrañas que no pueden demostrar. La mayoría de los españoles no
queremos guerras, ni golpes de estado: deseamos vivir en paz y en libertad.
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