El título lo
dice todo. Me ajustaré a la realidad explicando los motivos.
Hace unos días
asistí a una charla sobre agricultura. Se habló que las practicas de hace diez
mil años vinieron a romperse con la Revolución Verde, hace unos dos lustros. A
ésta se le imputó ser el instrumento creador de la necesidad por gastar, por establecer
productos nuevos: maquinaria, nutrientes y otros en sustitución de los
naturales existentes, con la excusa que aumentaría la producción y, por tanto,
nos proporcionarían más beneficio, más riquezas
e, incluso, harían desaparecer la
pobreza en el mundo. Decía el conferenciante, que tales mentiras se extendieron
como la pólvora, resultando de aquellos polvos
éstos lodos. Y se extendieron como si fueran panacea imprescindible, sin
que nada de lo prometido se cumpliera.
Abogó el
orador por que lo comunicáramos en nuestro entorno, como él hace allá donde tiene
oportunidad, denunciándolo para que se compruebe y se vuelva a lo de antes:
Nada de labrar, de quemar rastrojos, de dejar barbechos, de sembrar fuera de
época en tierras no propicias. Nada de fertilizantes ni nitratos sintéticos, de
maquinarias sofisticadas y costosas, de semillas transgénicas ni híbridas, ni
vidas o genes en exclusivo poder de las multinacionales. Y sí a la basura, a
los abonos naturales, a la ecología, a los desechos orgánicos, a los cambios
con sentido común, sin romper, (y si aprovecharse) del orden que la Naturaleza
establece.
Lo interrumpí
invocando que tales formulas podrían ser elevadas a quienes nos dirigen, además
de implicar a empresarios, economistas y psicólogos que mueven la economía,
para que se publicitase su bondad, cundiera la confianza, se estimulara su
puesta en marcha; máxime en los momentos
actuales necesitados de austeridad, de evitar gastos superfluos, de aumentar la
productividad obteniendo bienes saludables y efectuando los cambios positivos,
como los que apuntaba, lo antes posible.
Vino a decirme
que era una pérdida de tiempo ¡Ya lo había intentado! Que entonces, en su
momento, ellos (“los sociólogos de arriba: políticos, multinacionales,
mercados, intermediarios financieros o alemanes”) se aprovecharon con el
cambio, instalándose en él para siempre. “El nuevo cambio (y la sazón el
sentido común) surgirán desde abajo y serán instaurados sólo a largo plazo, cuando
no haya más remedio, una vez las generaciones venideras sufran penosas
consecuencias (elementos corrosivos, aguas, tierras deterioradas con venenos y
lucro). Propiciaremos el cambio imitando a Jesucristo o Mahatma Gandhi que nos
mostraron la forma pacifica de realizar
la modificación de las cosas”.
Me convenció,
dándome una lección magistral, ya no sólo de agricultura (de la que es un
sabio) sino de humanidad (porque es un hombre sabio). Y me recordó una frase
achacable a Platón: Un hombre que no arriesga por sus ideas, o no
valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre.
Al existir
personas (físicas o jurídicas) poderosas, que mueven los hilos de sus
intereses, cuándo y cómo les conviene,
no vale que una (o más de una) de sus marionetas levantemos las voces más de la
cuenta exigiendo compensaciones al trabajo que realizamos o declarando que
existen otras alternativas o abogando por otros diseños y maneras de hacer las cosas.
No escucha quien no quiere oír, ni rectifica quien mantiene lo que le
beneficia, quien, en definitiva, no le interesa hacerlo. Sin embargo, cualquier
esfuerzo que hagamos puede quedar larvado en tierra fértil y, tal vez, sin ser
baldío, se alargue en el tiempo y resucite después, sin que nadie lo espere y
germine potente inundando de dicha el valor de los esfuerzos.
La nueva estrategia,
aprendida la lección magistral apuntada, me llevará a no gritar, ni a
violentarme, ni a invocar a la guillotina para la solución de los problemas.
Daré contenido a la frase con la que siempre termino: Que la Paz y el Amor que
nos unan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario