Puede que aún, siendo una cuestión elemental, las
personas de a pie no tengan claro cómo o en qué puede afectar, en su día a día,
votar a un partido u otro, es decir, a quienes representan ideas conservadoras
y rancias o, a los que incorporan ideas progresistas y sociales.
A los primeros les interesa preservar y mantener un bienestar social en
base al capitalismo; un sistema
económico impulsado prioritariamente por el mercado y la competencia, por lo
que, necesariamente, siempre existirá el conflicto en el juego de acumular
riquezas individualmente, sin que la cooperación exista. Se tenderá a la
privatización de todo aquello que, por vital o imprescindible que sea para el
ciudadano, reporte negocio y, por
supuesto, su beneficio. Poco a poco (fijémonos
en ello) todo lo público se está desprestigiando: la sanidad, la educación,
las pensiones…, y se están privatizando. Echo en falta una entidad financiera pública,
unos servicios públicos de calidad,…, que compitan con los privados: sería de
importancia vital, en especial, para los más desfavorecidos.
Los segundos desean igualmente un bienestar social, pero sustentado en un
sistema económico de libre mercado e intervenido, en su caso, por el Gobierno,
para que la igualdad de oportunidades se pueda dar, independiente a la clase
social a la que se pertenezca, y paliar, en lo posible, los abusos de
monopolios y poderosos egoísmos injustificados. Es decir, en este supuesto, el
Gobierno velará más por los más vulnerables (que son más y lo necesitan) y no
tanto por los poderosos (que son menos y no lo necesitan).
La población aspira a prosperar física e
intelectualmente, aunque haya sectores que añoren la nostalgia del pasado. Esta
es una razón más para no inclinarse en favor de partidos conservadores y, menos
todavía, si la idea que tienen de España es la misma que tenía el general
Franco, en la que solo cabían los que estuvieran a su favor, exhibieran
banderas nacionales y su espíritu patrio lo ensalzaran en manifestaciones,
procesiones y toros, lo más atávico de una religión católica metida hoy hasta
en la sopa. Ni que decir de los nacionalistas de la independencia de Navarra,
País Vasco, Galicia y Cataluña; extensible a comunistas, prostitutas y
homosexuales; a masones, ateos e
indigentes, aguardando a que surja otro don Pelayo para librar a España
de moros, lujuriosos y turistas maricones.
Existen
políticos muy españoles
que dicen barbaridades y la gente los vota. Y los votará pese a que carezcan de
proyectos para el bien común de España. Hasta ahora, lo único que han hecho es envenenar
a mucha gente con sus peores sentimientos mediante insultos, injurias y bulos. Sus votantes, salvo que sean como ellos,
desconocen que son presuntos psicópatas en potencia, dispuestos a pillar poder y cometer atropellos que
ahora imputan a los demás. Ya hemos comprobado que se han subido sus sueldos,
censurado lo que su mente considera inmoral y empleado palabras gruesas en
acciones publicitarias con el ánimo de
ofender y provocar. Ese es un comienzo que parece inocuo, pero no lo es. A mi
memoria llega la escenificación de la
Noche de los Cristales Rotos y no puedo evitar pensar y quedarme quieto: el
miedo me intimida. Deseo que no logren poder, porque si eso ocurre prohibirán hasta
la libertad de nuestros pensamientos, obligándonos a ondear banderas de España,
de las que se han apoderado. Seamos
conscientes: las emociones que nos ofrecen y a las que recurren para enganchar
votos, solo son parte de su estrategia creando odios y utopías en las personas
de a pie que poco o nada pueden hacer por evitarlo, y, por supuesto, obsérvese, que
no proporcionan ni más derechos ni más beneficios.
Será imprescindible, antes de que esto llegue, idear fórmulas para
entendernos a través del dialogo y la persuasión. Comunicarnos no por la fuerza
o la revolución. Sobrevivir civilizadamente intercambiando bienes y servicios
de acuerdo con los tiempos modernos. Que el desiderátum de los españoles sea la
libertad que florezca sobre una base legal y de respeto. Que prime la propiedad
privada e igualdad individual de oportunidades. Que la salud y la educación
sean de calidad y gratuitas. Y, por encima de todo, lo que de verdad se
necesita, lo imprescindible para poder sentirse libre y sin ataduras, es que las
injurias cesen y todos podamos tener resuelto el Pan de Cada Día.
Como lo que soy y tú casi también, osea Andaluz te recomiendo que conozcas la vida y obra de Blas Infante
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