A propósito del único debate en televisión del pasado día 13.07.2023, entre el Presidente del Gobierno y el aspirante a serlo, permítame tener mal gusto. Mi filosofía gratuita está siendo, lo reconozco, una obsesión ingenua, comparable a la del Presidente del Gobierno ante un oponente algo vulgar, casi absurdo, que le fue estrangulando la seguridad que se le suponía. El Presidente no supo o no pudo contrarrestar tantas insinuaciones lógicas y absolutas con las que lo desbancó. Luego, en un detenido examen, comprobamos que el aspirante se sirvió de trucos, medias verdades y clamorosas mentiras sin mover un músculo para dominar el debate (empleando técnicas que los expertos denominan el “Galope de Gish” o “Namierizar”) sin soltar prenda alguna que pudieran comprometerlo como: ¿Meterá a Abascal en su Gobierno? ¿Qué política hará con Marruecos? ¿Mandará a Puigdemont a la cárcel?... y, sobre todo, lo más importante para la ciudadanía, en especial para la gente de a pie: ¿Qué hará con la sanidad, la educación, la crisis climática, la emigración y otros aspectos sociales como la dependencia, el empleo, la seguridad de lo que ni hablaron?
Todo ello me lleva a
preguntarme: ¿Tiene futuro la verdad?
Mi contestación es que
la verdad, ciertamente, esconde tantos ángulos como personas la pronuncian, su
esplendor ciega o deslumbra a quien la emite y la interpreta. Sin embargo,
solo la mentira despista a los demás,
disimula la falta de conocimientos y queda envuelta en la niebla o la duda, dañando
múltiples opiniones al respecto. Unas dudas que favorecen a quien las causa
para que, cuando se comprueben, ya no tengan remedio.
Hay quien es
marrullero por desconocimiento, lo reconozco, pero cuando alguien exige que condenes la improcedencia o
canallada de unos descerebrados gritando “que
te vote Txapote”, no tiene sentido ni excusa escurrir el bulto, pues el
silencio puede convertirte en un desalmado más. Y para colmo apareció la
pantomima de firmar, ante todos los españoles, “el acuerdo de comprometerse a
que gobernara el más votado”, como si el aspirante ignorase que se opuso a todo
lo que suponía beneficiar a la gente de a pie (salarios, pensiones…) negándonos
el Pan de cada día.
La democracia es una
forma de gobierno que otorga a cada persona libertad para hacer lo que le
plazca siendo responsable de sus actos, además de proteger derechos y
libertades en interés del bien común; no obstante, las insinuaciones insidiosas
vertidas por el aspirante le importan poco, ya que no sufre sus consecuencias.
Ya, al día de hoy, ha sembrado sospechas sobre Correos, diciendo "que lo mismo
no entrega todas las papeletas": un método tramposo como el de anunciar, en las
anteriores, “un pucherazo”, poniendo la venda antes que la herida, por si esta se produce. A ver si se entera de una vez que aludir, recelar, faltar a la verdad
públicamente, es una maldad, máxime cuando se intenta desequilibrar la igualdad general
ciudadana que ha de prevalecer sobre su interés individual.
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