Va a llegar pronto el
momento para decidir mantener o cambiar el poder en España y mi voto se
inclinará en favor del partido con el que más me identifique o, bien, con el
que más y mejor se adapte a mi criterio e interés. Mi voluntad no estará
condicionada por la memoria de las últimas manifestaciones y hechos sucedidos. Es
mucho lo que está en juego y he de sopesarlo en
profundidad. Las religiones e ideologías, los territorios y nacionalidades,
las cuestiones estratégicas y económicas, los medios y recursos naturales,
todos ellos muy respetables y amparados por la democracia, permitirán que mi
libre pensamiento tenga un papel decisivo. Reflexionaré también en los acuerdos
que se pueden dar entre las distintas formaciones, sean o no con separatistas,
corruptos o delincuentes que hayan cumplido las penas impuestas por la Ley.
“La
verdad os hará libres”. “Yo soy la verdad”, diría Jesús; pero... ¿Cuál
es la verdad? Se han vertido tantos bulos, tantas verdades a medias, tantas
acusaciones y descalificaciones, tantas injurias sin fundamento en esta
legislatura, ávidas por alcanzar y destruir el poder, que tengo claro no fiar
mi decisión a promesas ni vaticinios, sino a los hechos y resultados de cuando,
unos y otros, gobernaron.
En conclusión: deseo vivir
aquí en la tierra que conozco a vivir en el cielo que desconozco. Prefiero comer
a diario a saber la teoría de la relatividad de Einstein. Votaré a los que
miran por los ciudadanos de a píe subiendo sus salarios, y no a los que dicen “que la verdad de vuestros amos os harán
libres”, cuando estos ni se estiran ni se rascan los bolsillos. Entre “lo malo conocido y lo bueno por conocer”,
me quedo como estoy. Sin embargo, debe haber quienes opten por la solución de
que “los errores son el ornamento de la
libertad” y tal dicho los enardezca, aun cuando la libertad solo exista si
antes se antepone la norma y el respeto. ¿Puedo conducir por dónde y cómo yo
quiera? No votaré a favor de entelequias, ofertas y antecedentes poco
ilustrativos o frustrantes, cuando ahora el jefe de la oposición, sin decir
cuánto cobra o si negocia con contrabandistas, se atreve con la promesa
sibilina de manifestar que bajará impuestos cuando se negó a subir sueldos y
pensiones, que debería haber apoyado, critica el exceso de deuda cuando él la
triplicó en Galicia y... (callemos).
¡Hay tantas promesas de
políticos incumplidas que sería de interés publicarlas! No ofenderé a nadie si
digo que hoy en España todos tenemos cabida, incluso los nacionalistas que
quieren excluirse de ella, y así lo recogerá la historia. Por tanto, es el momento de que el Gobierno no solo ponga
en valor lo que ha sido su trabajo en esta legislatura, prestigioso en Europa,
sino que se explaye defendiéndose de los ataques recibidos de la oposición
injustamente. Señalaré “la recuperación
del principio de anualidad presupuestaria, la reforma laboral y la elevación
del salario mínimo interprofesional, acompañados de la mayor creación de empleo
indefinido de nuestra historia y en los avances reconocidos de los derechos
fundamentales: interrupción del embarazo, eutanasia y un largo etcétera”, que a
todos benefician, sean o no de su misma cuerda.
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