martes, 7 de febrero de 2012

LA TRANSICIÓN PERSONAL (Segunda parte)

Es acertado, casi exacto, destacar la insignificancia del ser humano. Apenas la acción que realiza es conocida por sus más allegados; menos aún, por el resto de los mortales. Y, pese a ello, se considera importante. Es único, como lo es el ñu o un escarabajo pelotero. Se enfurece cuando lo mandan a paseo, lo ignoran, o cae en la cuenta que sólo es polvo de un instante. Y su ego se resquebraja. ¿Importa, acaso, cómo y cuánto vivirá? Nadie es insustituible. Nadie perdura o vuelve para contarlo. Todos forman parte de historias caminando para desaparecer más pronto que tarde. Así, lo que en determinados casos es ventajoso para uno (considerado individuo aislado), puede que sea desventajoso, igualmente para el mismo, (como miembro de la comunidad) o al revés.
Los pensamientos, los proyectos y demás aspectos del hombre no son una excepción y dependiendo de la tierra,  de la ocasión, de su cuidado, germinan y duran o el endemismo se los lleva, sin siquiera haberse conocido.
El Proyecto de Ciudades ocupacionales  será uno de tantos. Una propuesta de vida diferente que merecerá o no la pena considerar. Y en ello estoy, dándola a conocer. Sin embargo, poco importa que quede perdida en las infinitas repisas del universo oscuro de las ideas. Tal vez, algún día, un viajero perdido la encuentre inteligible. 
En la última entrada, decíamos que los niños han de ser educados en el respeto hacía todo lo que les rodea: los demás hombres, los animales, las plantas, el medio ambiente… y, cuando alcancen su conciencia, capaces de tomar partido, cuestionen su vida y resuelvan ¡Qué su criterio les haga libres! Eso sí, desde la consideración al resto de los mortales, tengan las costumbres que tengan, sus creencias, sus culturas, sus identidades modeladas por la razón de sus pueblos. Será necesaria una educación aséptica, no malévola, carente de contenido ideológico.
Esta última reflexión me trae a la memoria el libro de Dr. Miguel Ruiz titulado Los cuatro acuerdos: una guía practica de conducta tomada de la sabiduría tolteca. En ella se pone de manifiesto la responsabilidad de asumir cuatro compromisos:
Uno y más importante: Ser impecable en nuestras palabras
Dos: No tomarse nada personalmente
Tres: No hacer suposiciones
Cuatro: Haced siempre lo máximo que se pueda
Ojo con las palabras que son la fuerza que nos libera o nos esclaviza. Nuestro miedo nos manda. Por tanto, sólo uno mismo puede saber quién es y sobran las conjeturas. Es la acción la que hace que el hombre sea feliz.
Una guía que recomiendo y trato de hacer mía, sin conseguirlo, pese a mi ingente esfuerzo. Exenta de ideología, de credo, de confesionalidad como tantas otras, pero de fácil manejo y escueta comprensión. Mi intención tiende a que de forma natural seamos libres (no domesticados) y como tales actuemos.
El Proyecto de Ciudades ocupacionales no pretende prohibir nada; en todo caso regularizar. Por tanto, por norma, ningún tipo de fe, de religión, de manifestación política, de forma de pensar, etc. han de prohibirse. Todas, a nivel privado, podrán practicarse, ejercer sus ritos o atribuírselas.  Pero cuando alguna de ellas quiera extenderse, exteriorizarse, anunciarse o imponerse sobre las demás, debe someterse a las tasas como cualquier otra actividad comercial, productiva o de servicios. Sea un centro de ocio o una funeraria. El Sistema no tendrá ningún tipo de vinculación a ninguna creencia. El Sistema somos todos. Y toda manifestación pública encaminada a fines partidistas, de negocio o caridad, por muy numerosa y tradicional que sea, ocupando una parcela de todos, no estará exonerada de control. Menos aún del erario público, aunque todas ellas sean merecedoras de respeto.
Seguro que la diferencia entre lo privado y lo público (dos sintonías del mismo emisor) tendrá margen para escribir algo más; mientras tanto, que la Paz y el Amor nos una.

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