martes, 21 de febrero de 2012

Orígenes para un cambio de Sistema

Cuando cada uno de nosotros tiene algún tipo de dificultad no tiene tiempo libre para pensar en otra cosa. En la mayoría de los casos se encuentra la solución y, por supuesto, se sale adelante, pero, felizmente, de mejor manera que si no se hubiese pensado en ello. Cuando los problemas son de todos, no se nos ocurre hacerlos nuestros para liberarnos de los mismos y, menos aún, idear formulas globales imaginando que a nada conducen, que posiblemente no serían acertadas, entendiendo que su arreglo no nos concierne y es cosa de otros: políticos, tecnócratas, sindicalistas u otros con poder para hacerlo, ignorando que el verdadero poder está en nosotros mismos, en la fuerza del conjunto de las personas que somos el pueblo.
Modestamente estoy dando a conocer el Proyecto de Ciudades ocupacionales tratando de concienciar ideas que poder contrastar y es revelador el total desinterés que produce.
No es mi propósito entrar en los condicionantes que lo originan, pero el pueblo somos la fuerza que Arquímedes podría mover con una simple palanca: Dirigidos, mediatizados, con bozal y ojos tapados, dando vueltas y vueltas a la noria que nos conduce. Haciendo caso a lo que repetidamente se nos dice: “Siempre pagan los mismos”. “No hay otro remedio”. “Las cosas son así”. Así, el ochenta por ciento de la riqueza se concentra en el veinte por ciento de la población (que también es pueblo) y los demás (el 80% del pueblo) ha de conformarse con el restante veinte por ciento. Así las crisis son repetitivas, ampliando el desequilibrio existente, convenciéndonos que sólo una catástrofe, una explosión social, un milagro, pueden variar la situación. Y eso no es así. Existen intereses para que el Sistema no varíe en otra dirección y remontemos la situación actual como salimos de las pandemias: mermados, resignados, agradecidos (ya se encargan de ello los amos de la noria).
Cuando pensé en cómo se podría equilibrar ese Gran Patrimonio sin causar perjuicios irreparables (para nadie), respetando el capitalismo como fuente de la economía que ha tenido un recorrido admirable, respetando la libertad de cada cual que nos permite entendernos, la democracia como mejor sistema político, la dignidad individual con acceso a la cultura, la justicia sin distinciones de ninguna clase y, sobretodo, la felicidad por la que todos (sin excepción) reclamamos; viré la vista atrás y comprobé los grandes avances, los pasos hacía adelante, hacía atrás, pero insuficientes para que la humanidad quede satisfecha. Deduje que debíamos tomar medidas drásticas, sin imitar las revoluciones que nos enfrenten, olvidándonos de tradiciones, prerrogativas, derechos conculcados y sin sentido. Han de establecerse bases pacificas, consensuadas, flexibles y actualizadas año tras año, para que la caridad represente el fracaso del Sistema que la protege. En consecuencia pretendí, antes que nada, establecer los objetivos para que cada individuo tuviera las mismas posibilidades, no careciera de lo imprescindible y el valor de su esfuerzo lo hiciera feliz. Era consecuente, sin embargo, que las bases del progreso corresponden a la capacidad común de aunarse en torno a las ideas y potencié a la comunidad (Estado, empresas, asociaciones) pero con las garantías de que las transgresiones sean impedidas y las actuaciones de los responsables que las representan, estén presididas por la Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad, entre otras cosas, porque sus rentas y sus cargos (enaltezco en mi Proyecto) están limitados.
Cuando tales objetivos estén claros y con el tiempo se actualicen adecuadamente, nos avendremos o se formará un partido político que pueda llevarlos a cabo. Y en torno a él,  elevado al poder, las medidas ideadas en el Proyecto se materializarán. No hay otro camino. Y entonces, desaparecerá el paro,  aportando todos experiencia y utilidad; gozaremos de mas tiempo, para ocuparnos también de nosotros mismos; no habrá hambre ni caridad que sustentar; la cultura proporcionara criterio con que decidirnos libremente, sin necesidad que nadie nos muestre el camino hacia el cielo. Y unos más ricos que otros, moderadamente, seremos felices. Que la Paz y el Amor nos unan.

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