Me cuesta trabajo creer que un
tribunal de justicia no tome nota para sancionar, cuando menos, a un señor
político que miente descaradamente en favor de un confeso infractor de la ley
con el fin (y esto es una suposición) de causar una rectificación a quien tiene
la obligación de hacerla, indicando la verdad. Cuando esta se airea, quien ha
trasgredido ha de callar y no arremeter contra quien desvela trolas y patrañas.
La verdad se debe imponer a la mentira para que esta no persista.
Aun así, sin ser delito el bulo,
dado que también alguien puede equivocarse o errar en una manifestación, no es
menos cierto que, hacerlo con malos o perversos fines, si debiera serlo, máxime
si el embuste se reconoce ante un tribunal de justicia y puede perjudicar a un
tercero.
La presunción de inocencia es
para todos, pero en este caso, aunque el mentiroso pueda alegar que su fin era
inocuo, y no para hacer picar a un fiscal general, cosa probable,
existen perfiles ideológicos en los que anda el lío. ¡Vaya usted a saber la
auténtica verdad!
Ser juez es muy difícil, lo
reconozco. Decidir bien resulta imposible cuando solo existen declaraciones
opuestas y no pruebas, cuando los inicios e insinuaciones son tan vagos y
discutibles. Además, el alma de un juez es un alma humana como la de todos nosotros
y eso, amigo mío, es una exposición clamorosa para que no debiendo tomar
partido, ni en este ni en ningún asunto, la tome, y la aclamada “presunción de
inocencia” se vaya al traste inocentemente, sin poner de manifiesto la
tendencia de neutralidad que los magistrados han de cumplir sin reservas.
Tengamos en cuenta que la
imparcialidad no compromete, pero si la ideología política, sin la cual no
podemos vivir. La necesitamos, somos animales políticos. Humanos incapaces,
como cualquier otro animal, de no repeler un agravio, una ofensa de sentirnos
engañados, maltratados, vilipendiados… y, en mayor medida, si el pensamiento
político de quien la provoca es contrario a la del agredido; salvo las grandes
personas que perdonan a sus enemigos o ponen la otra mejilla.
A la hora del veredicto e
impartir justicia también la política forma parte de la identidad, sensibilidad
y ánimo de quien la imparte, es consustancial consigo mismo y arduo de
sustraerse, como hemos manifestado anteriormente.
Deseamos que los hechos
comentados se resuelvan de la mejor manera posible y el fallo no se haga
esperar. Este será una afirmación poco valida y nada concluyente para unos y lo
contrario para otros. Confieso que, para mí, por mucho bombo y platillo que se
le esté dando al caso, no pasará de ser un acontecimiento más, interpretado por
dos almas contrarias que nos entretienen y nos permiten conocer lo enrevesada
que es la Justicia, enmendando incluso al sentido común.
No es de extrañar, a tenor de la
frase que cito a continuación, achacable a una manoseada maldición gitana, que
se diga: “Que tengas pleitos y los ganes”.